martes, 1 de septiembre de 1981

Toledo, la despojada. Entre la democracia y la censura, lucha para ampliar una biblioteca pública



Toledo, la despojada.
Entre la democracia y la censura, lucha para ampliar una biblioteca pública*
La vuelta del Guernica a España es un gran acontecimiento cultural, un triunfo para los hombres que rigen la política cu1tural de este país. Siento, como muchos españoles, gran alegría por este evento y me veo obligado a felicitar a todos los hombres que posibilitaron esta geesti6n. Sin embargo, me preocupa hondamente que todo siga igual: la cultura de este país parece que continúa latiendo al ritmo de lo grande y presiento que quiere identificarse con una dinámica de grandes hechos, faraónica. Y aquí es donde tengo que dudar de las luces de nuestros prohombres culturales, de las buenas intenciones del llamado Ministerio de Cultura para que la cultura española cambie. La política de acciones brillantes, relevantes, es importante y necesaria, pero por sí sola no modificará el nivel cultural de un pueblo. Y esto es lo que me entristece: que el Ministerio suele quedarse ahí. No cambiará la cultura teatral  porque exista un Centro Dramático Nacional (aunque, por supuesto, tambi6n debe existir), mientras que al resto del país no llega generalmente una pizca de buen teatro. No se transformará la actitud cultural de los españoles mientras que el Estado no se plantee seriamente (cosa que le debe dar bastante miedo a nuestro Gobierno) la necesidad de potenciar las bibliotecas, como instrumento no s6lo de lectura sino de formaci6n integral de la sociedad. Y así podríamos citar otros muchos temas.

Igual de preocupante me parece la imagen de demócratas de algunos de nuestros dirigentes culturales. Mientras proclaman pomposamente que con su gesti6n se ha logrado el "final de la transición” hacia la democracia, en muchas de sus realizaciones cotidianas actúan como buenos representantes de los tiempos de la dictadura franquista. Y lo digo porque hay un hecho de provincias en el que se da esta perspectiva, que resulta muy importante para la cultura y la vida de una ciudad (Toledo) y que ha tratado de silenciarse por todos los medios: la ampliación de la Biblioteca Pública de Toledo.

La Biblioteca de Toledo es uno de los más importantes centros bibliográficos europeos. Además de su fondo moderno, contiene la internacionalmente conocida Colecci6n Borb6n-Lorenzana (100.000 libros impresos procedentes de los antiguos arzobispos de Toledo, algunos grandes bibli6filos. Posee también 411 incunables y más de 1.000 manuscritos de los siglos XI al XIX). Desde su ubicación en el nuevo edificio (1966), se intentó hacer ver a los responsables del M.E.C. que tan brillantes instalaciones quedarían pequeñas. Pero hicieron caso omiso. Tan sólo cuatro años después, la Directora del Centro tuvo ya que iniciar contactos para lograr la ampliaci6n de la Biblioteca, pues su eficacia había quedado gravemente mermada por la carencia de instalaciones adecuadas. Tras diez años de negociaciones, en los que los toledanos padecimos la cabezonería brutal y vacía del Ministerio (por ejemplo, desde 1973 se suspendió la actividad cultural de la Biblioteca, al tener que ocuparse su sal6n de actos con los libros procedentes de nuevas adquisiciones), Cultura adquiri6 por fin el edificio de Santa Fe, anejo a la biblioteca, para ampliación de ésta (finales de 1979). Ya en 1981, la Direcci6n General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas anunció que el nuevo edificio se dividiría entre la Biblioteca y el Museo de Santa Cruz. La aberrante y salomónica división -que no solucionaría los problemas de expansi6n de ninguna de las entidades afectadas- provocó un cúmulo de protestas contra esa arbitraria solución. La Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo hizo pública una extensa y documentada moción en contra de la idea de partir Santa Fe. El Ayuntamiento, Comisiones Obreras, la Asociación de Amigos de la Universidad, intelectuales toledanos y la totalidad de la prensa provincial se opusieron a la división. El tema de la Biblioteca ha sido quizás el que más páginas de la prensa local ha llenado en muchos años. Una vez más se ha temido al poder de la prensa: el problema saltó a las páginas de algún diario nacional y el Ministerio hizo lo imposible para que un reportaje sobre el tema realizado por El País no apareciese (cosa que logró), para así impedir que aumentase la dimensi6n nacional de este problema. En el Senado, el PSOE realizó varias preguntas sobre el asunto, aún pendientes de contestaci6n. La oposici6n fue tal que, finalmente, el Director General de Bellas Artes tuvo que ceder en sus propósitos. Pero lo hizo con un castigo: olvidando que todas las gestiones para ampliar sus instalaciones con Santa Fe las había realizado la Biblioteca, el Director General (Tusell el fuerte, se le llama; como Umbral a Sancho, el popular ministro) pensó tranquilamente en trasladar la Biblioteca al antiguo monasterio de San Pedro Mártir, en una zona poco transitable, y entregaba Santa Fe íntegramente al Museo. Era como un castigo a los niños malos que no acataban sumisamente las poco meditadas disposiciones de la Dirección General. Se reavivó entonces la polémica: una nueva moción de los académicos toledanos y rechazo, incluso, del traslado por parte de sectores centristas de la ciudad, hicieron caer en la cuenta al Sr. Tusell que esta decisión era aún peor que la primera. Se pidió  reiteradamente a la Dirección General que abriese un debate público y que permitiese a las Directoras de Biblioteca y Museo hablar (la mudez obligada en los funcionarios es un buen síntoma del conservadurismo de sus jefes).Tras continuas y nuevas "brillantes" ideas de los responsables ministeriales, Tusell volvió a ceder. Pero lo hizo acogiéndose otra vez a su primitiva disposici6n de partir Santa Fe, con la novedad de que la capilla del siglo XVII que serviría para albergar un amplio salón de actos pasaría a depender directamente de la Delegación ministerial en la provincia, con lo que, de paso, la Cultura que se ofreciese en tan magno aula podría dejar de sor independiente y seguiría las directrices del partido de turno en el Gobierno. En suma, habían sido distintas soluciones a un problema, todas acordadas o modificadas sin mediar palabra y sin explicaciones (¡sociedad de mudos, leñe! ). Y todo hecho por hombres de la democracia... (¿?). Y un dato más, todo dispuesto y ordenado desde un despacho de Madrid; hasta que la polémica no estuvo muy avanzada ningún técnico vino a conocer in situ las necesidades de la Biblioteca; desde los medios de comunicación toledanos se ha pedido insistentemente que el Sr. Tusell visite personalmente la Biblioteca. Y aún esperamos. Cuando, por fin, el Director General vino a Toledo no se dignó visitar el importante centro bibliográfico ni escuchar las razones en que se basa la petici6n de que Santa Fe se destine totalmente a ampliar la Biblioteca. Todo un ejemplo...

Esta es una brevísima historia de un hecho más que ha sumido a los toledanos en la impotencia. Toledo sigue viendo cómo se juega con ella. Sigue entristeciéndose al ver reunidos en el palacio de Fuensalida a los rectores de las universidades españolas, mientras que Castilla-La Mancha (de la que Toledo forma parte, claro) continúa siendo la única región que carece de universidad. Toledo a menudo se convierte en uno de los aeropuertos culturales del país, pero esa cultura viene y se va, sólo hace escala técnica en esta ciudad: así, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo ha celebrado este año algunos de sus cursos en Toledo, pero ¿han incidido en los toledanos?; Antonio Garrigues experimenta en nuestro histórico marco uno de sus clubes liberales (el Bisagra); La Asociación Tres Culturas  (Toledo-Madrid) es dirigida también por hombres de la Corte; universitarias españolas, agrupadas también en Asociación, programan largos cursos de arte e historia en Toledo: vienen en autobús, escuchan las sabias disquisiciones y se van de nuevo, tras dos horas de estancia en esta ciudad cosmopolita (se dice por todas partes...) y cuatro horas de padecimiento infernal en la carretera; como se ve la cultura es capaz de fomentar el heroísmo... Y, para terminar y como contraste, lo único que daba alegría y vida a los toledanos cuando veíamos que llegaba y marchaba (el agua del río Tajo; ese tan cantado por poetas, románticos, urbanistas, ecologistas y hasta  políticos) ya no pasa. Los toledanos pasamos de agua a la fuerza. Unos sabios, cultos y demócratas hombres han hecho  realidad los proyectos del franquismo de transvasar nuestro agua a Murcia.

Según Madrid, a los toledanos nos sobra de todo... hasta paciencia. Madrid, el MOPU, Bellas Artes, todo el centralismo juega con Toledo. Por protestar contra decisiones arbitrarias y precipitadas como la de dividir Santa Fe, se nos amenaza con emplear los millones destinados a Toledo en otras provincias (al que lo dude se lo demuestro documentalmente); mientras que España desea fervientemente reincorporarse a Europa, cuando el oportunismo lo requiere se rechazan las normas de la UNESCO para bibliotecas (porque están hechas para Europa, no para España o Toledo);  cuando los demócratas de UCD hablan del regreso del último exiliado, de diálogo, de participación de todos en el proceso cultural, de libertad de opini6n y de cumplir la Constituci6n, el Ministerio de Cultura sigue silenciando a sus funcionarios, presionándoles incluso a ratificar/legalizar situaciones impuestas; cuando se habla de libertad, un delegado provincial de Cultura prohibe hablar de paro (tremendo pecado...) en una revista hablada en Toledo, presionado por no se sabe quién.

En Toledo se ha comparado el tema de la biblioteca con el ya famoso de la variante de Soria. Hace unos años Tusell habría detentado toda la Verdad y toda la Razón e impondría su sabiduría sin aceptar un diálogo con los más directamente implicados en un tema determinado. Hoy nos cuesta creerlo; creo que algo ha cambiado y la Verdad y la Razón (entre otras virtudes) pueden estar en cualquier ciudadano, quizá repartidas entre todos, y hay que luchar para buscarlas. Hoy este país lucha por la Libertad. Pero la libertad se gana cada día, en los actos pequeños o en los brillantes. Igual que la Cultura. Y si el Ministerio de esta  especialidad va a seguir siendo demócrata sólo con los poderosos (Picasso podía ser ejemplo, hoy, de poder) y dictador con los débiles (¿Toledo?) pienso que se ha equivocado de época. Los toledanos hemos invitado a la Dirección General de Bellas Artes y etcétera a un debate público a celebrar en esta ciudad, en el que se traten en profundidad problemas del patrimonio histórico y cultural toledano y se estudie conjuntamente la cuestión de la ampliación de la Biblioteca. Aún no hay respuesta. El Sr. Tusell debería aceptar, para mostrar su talante democrático real. Se lo he dicho en otros artículos, desde la prensa provincial. Si no acepta ser demócrata, pediremos su dimisión. Y, por favor, que no se nos castigue a los toledanos con instalar aquí una base de la OTAN. Por favor...




* Escrito en septiembre de 1981 para El País, periódico que no publicó el presente artículo. Esto mismo hizo con noticias y reportajes enviadas por el corresponsal en Toledo de este diario sobre el polémico tema de la biblioteca toledana. Por todos los medios, este  periódico silenció esta polémica para evitar que el problema de la biblioteca de Toledo saltase al ámbito nacional. Fue recogido en el libro Combates por la biblioteca pública en España, págs. 234-237.

miércoles, 29 de julio de 1981

Cultura y poder: Las contradicciones de un Director General




Cultura y poder:
 Las contradicciones de un Director General*


              
               “Hacer las cosas bien importa más que hacerlas”, afirmaba el director general de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas, Iltmo. Tusell, citando a Machado, en un breve discurso en el acto de la inauguración de la Fundación Santillana (El País, 5-7-81, pág. 28). No sólo hacer las cosas: hacerlas bien. Por fin –pensé- este país saldrá de la política de parcheos y abordará las acciones necesarias en cada caso con lógica, energía y visión de futuro. Por fin la Cultura de este país –me alegré- tiene una eminente autoridad que se plantea hacer las cosas no sólo por fachada, no sólo con fines electorales a corto plazo, sino con el firme deseo de cambiar en base al refrán castellano que decía que “lo bien hecho bien parece”.

               Uno, que ha padecido de cerca algunas de las grandes contradicciones de un Ministerio en el que el Iltmo. citado tiene un cargo relevante, ha sufrido una decepción más al comprobar que esas importantes manifestaciones del Sr. Tusell han quedado en palabras, solamente palabras.



La Biblioteca Pública otra vez



               Buena piedra de toque para hacer las cosas bien en materia cultural es Toledo. Y, dentro de la amplia problemática que en cuestiones de patrimonio artístico, archivos, bibliotecas y museos registra esta ciudad, el tema clave y más polémico de los últimos tiempos es la necesaria ampliación de la Biblioteca Pública. El Iltmo. Tusell podía en esta cuestión haber mostrado su rica imaginación, su sensibilidad cultural, su capacidad de comprensión de un problema y su firmeza para afrontarle sin evasiones y sin amenazas. Pero ha fracasado. El Director General empezó dividiendo el convento de Santa Fe. La actitud en contra de esta partición de entidades culturales y de la prensa le hizo recapacitar y entonces decidió dejar el viejo convento íntegramente para el museo y trasladar la biblioteca al monasterio de San Pedro Mártir. De todo esto se ha escrito ya ampliamente en estas mismas páginas y no es plan repetirse. 
La responsabilidad del Iltmo. Tusell 
          Sí importa ahora recordar que un Director General es el responsable en un Estado de determinadas áreas o competencias que se le asignan. Y que su actuación puede hipotecar, por tanto, la de un Gobierno o, al menos, la de un Ministerio. Si las críticas actuales al ministro de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social por su actuación en el tema de la mal llamada neumonía atípica hacen vulnerable a todo un gabinete ministerial, las contradicciones de un director general pudieran ser peligrosas para la estabilidad de un ministerio tan tristemente poco estable como es el de Cultura. Y en esto estamos: en las contradicciones del Iltmo. Tusell. Habla pública y pomposamente de hacer las cosas bien, mientras que en las actuaciones (“hechos, no palabras”, es lo que siempre se ha dicho) está demostrando que trata de salvar un problema lo más pronto posible, aunque la solución adoptada no se la mejor ni la más conveniente para los intereses generales. Las sucesivas decisiones de partir Santa Fe o de trasladar la Biblioteca a San Pedro Mártir fueron inmaduras; se ha demostrado que ambas se tomaron sin estudios previos detallados de la recuperación/utilización de esos inmuebles. La importancia de un cargo como el que detenta Javier Tusell hace que éste practique a menudo el ejercicio de la filosfía de la cultura, originando nuevas contradicciones entre su pensamiento y su actuación: así, su artículo “La desvertebración cultural” (Diario 16, de 14-7-81) en torno a la incorrección con que se han planteado las autonomías, alude a que “es preciso y urgente un debate nacional”, que hay que hablar “de problemas concretos”, que nuestro país y nuestra infraestructura cultural necesita de “personal técnico”, etc. Y le pregunto, señor Tusell: ¿esto se lo cree o lo ha soñado? ¿era un artículo de un intelectual o el de un director general? Porque está claro que, desgraciadamente, no es lo mismo: la política, los cargos públicos hacen a veces al intelectual actuar en contra de su correcto y estructurado pensamiento, ¿es éste el caso? Porque no me parece serio ni coherente pedir debates públicos, cuando desde estas columnas y otros organismos se le están solicitando al Iltmo. Tusell desde hace meses ese mismo debate para el caso de las necesidades de nuestra biblioteca, nuestro museo y nuestro archivo, sin que hasta ahora se haya dado la más mínima explicación convincente ni la más pequeña razón que justifique las distintas posturas que esa Dirección General ha ido tomando. No es serio recodar la necesidad de hablar de problemas concretos, cuando diversos responsables de nuestra política cultural a nivel provincial y nacional afirman que Toledo no es único y que, en consecuencia, el Iltmo. Sr. Director General no puede prestar especial atención a este caso concreto, lo que le impide visitar los centros de Toledo. La Biblioteca continúa sin ser visitada por el Iltmo Tusell, a pesar del número y riqueza de sus fondos y la belleza de parte de sus instalaciones, que harían sentirse orgullosos de ellas al país más exigente en esta materia. Y, finalmente, me parece demagógico apesadumbrarse por la escasez de personal técnico, cuando a parte del personal de este carácter actualmente disponible no sólo no se le escucha, tachándole de simple funcionario que ha de acatar sumisamente lo que los inteligentes e infalibles técnicos del Ministerio (¿son éstos los únicos especialistas del país?, ¿los de provincias no cuentan?) decretan, sino que se les prohibe hacer cualquier tipo de declaraciones a la prensa sobre los problemas que nadie mejor que los funcionarios en cuestión conocen. El viejo problema del funcionario sumiso a las arbitrariedades de los superiores surge de nuevo, problema tantas veces recogido en la literatura universal y que hace obligado pensar en eso que se ha llamado “abuso de poder”.

Puntualizaciones a una respuesta

               Pero, marginando el análisis de estos artículos del Iltmo., merece especial atención a su carta de contestación a mi artículo del 10 de junio, aparecida en este mismo semanario el pasado 8 de julio, y a la que hago las siguientes puntualizaciones:

               1ª) Si los criterios de ubicación de los servicios culturales toledanos dependen exclusivamente de los técnicos destinados en esta ciudad, es bien patente que la Biblioteca ha expuesto repetidas veces las razones por las que debería ocupar el edificio de Santa Fe, como lo demuestran las Memorias del Centro publicadas durante largos años. No es ese el caso de Museo, cuyas razones todavía se desconocen.

               Si la Biblioteca hubiera considerado conveniente su ubicación en San Pedro Mártir, habría reivindicado este edificio para sí, dado que se trataba de una propiedad perteneciente a una entidad pública, la Diputación Provincial, evitando así el gasto que supuso la compra de santa Fe.

               2ª) A pesar de que el Sr. Director General afirma lo contrario, la impresión que se desprende de su actuación frente al problema es de clara parcialidad hacia el Museo, ya que nunca se han esgrimido razones convincentes para que este Centro haya de ocupar el edificio de Santa Fe.

               Como ya preguntaba en mi artículo de 10 de junio ¿por qué no el Museo a san Pedro Mártir? ¿por qué razón ha de ser la Biblioteca la trasladada cuando el emplazamiento del convento de Santa Fe cumple con todos los requisitos que las normas internacionales enumeran para establecer una biblioteca digna de tal nombre? Más cuando el traslado de la sección arqueológica del Museo al convento de San Pedro Mártir potenciaría unas colecciones no suficientemente bien expuestas.

               3ª) Esta impresión de total parcialidad hacia el Museo que se desprende del escrito se confirma en el punto tercero de su carta, en el que la Dirección General en lugar de actuar como “árbitro arbitrador amigable componedor” en un asunto de su competencia, amenaza a los toledanos con dejar de resolver los problemas de ambos centros (solución la más salomónica de todas) en el caso de que no seamos niños obedientes y acatemos los inseguros deseos/órdenes del Iltmo. Tusell.

               El hecho de que la Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, máximo organismo consultivo de la demarcación provincial en cuestiones culturales, y a la que, curiosamente, pertenecen las directoras de ambos centros, haya dado curso a dos mociones a favor de la Biblioteca, a las que se han adherido otras Instituciones toledanas, debería ser razón más que suficiente para que la Dirección General fallase a favor de este Centro, si es que los dictados de los organismos internacionales (UNESCO e IFLA) no se consideran suficientes.

               4ª) Es verdad, de acuerdo con el Sr. Tusell, que de no resolverse el problema los más perjudicados somos los toledanos, y es por esa razón por lo que la Dirección General debería velar por que ese daño no se produzca, si es que desde el puesto que el Sr. Tusell ocupa quiere servir verdaderamente a los españoles. Por ello debería arbitrar una solución comenzando por conocer en profundidad ambos centros, además del Archivo.

               El temor a que el Iltmo. Tusell se lave las manos y que por no enfrentarse con un problema que es real y grave destine a otras provincias las partidas presupuestarias que inicialmente iban a invertirse en Toledo, late en sectores oficiales de la cultura a nivel provincial y en cualificados representantes de la UCD toledana. Pero sería triste, infinitamente triste que bajo el peso de la amenaza todos tuviéramos que callarnos y dejásemos las manos libres a los que, en último caso, toman las grandes decisiones. Demasiado pesan ya sobre nuestro país y sobre nuestra libertad la amenaza del golpismo y la crisis, para que ante un problema eminentemente cultural como el que comentamos nos veamos también coaccionados por el miedo a que el Ministerio de Cultura se enfade con Toledo y le abandone a su suerte y a su desesperanza. Esa hipotética decisión sería, en todo  caso, una grave e irresponsable solución que sólo sería signo de un contenido: la debilidad.

Por la libertad de expresión: debáte público 
               Sí, realmente, como se afirma en la carta-respuesta del Sr. Tusell, el problema debe ser resuelto por los técnicos destinados en Toledo, ¿por qué no se permite a las directoras de ambos Centros hacer declaraciones exponiendo a la opinión pública sus razones para solucionar las acuciantes necesidades de espacio de las dos Instituciones, tal como está solicitando toda la prensa toledana e importantes diarios de ámbito nacional. Y aún más, ¿por qué no la transparencia y la claridad? En la luz es donde mejor resplandecen la Verdad y la Razón. ¿Por qué la confusión que el Ministerio de Cultura está creando? ¿Cómo es posible que ahora se lance la noticia de que Santa Fe será ocupada íntegramente por el Archivos Histórico Provincial? (Ya, de 16-7-81). Da la impresión de que lo único que se pretende es desorientar a la opinión pública, lanzando continuamente noticias no profundamente meditadas. Y esto es peligroso, sobre todo para la propia Dirección General. Y sólo podrá evitarse la murmuración hablando claramente. La Asociación de Amigos de la Universidad ha invitado al Director General o a persona que le represente a comparecer en Toledo en un acto público en le que explique el plan de actuación del Ministerio en los temas propios de la citada Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas, con especial referencia a la problemática de la Biblioteca Pública.

               Sería bueno que acudiese a esta invitación, porque así podría demostrar su talante democrático real y su vocación de solucionar los graves problemas que en materia histórico-artística aquejan a nuestra ciudad. Y ello en un debate donde las directoras de los Centros puedan expresar libremente, donde aporten su opinión surgida de la experiencia y donde otros técnicos y las autoridades provinciales y locales puedan darse cita para, entre todos, contribuir a que el deterioro de Toledo en tantas materias no prosiga la irresistible y fatal ascensión a que parece destinada esta ciudad. Si ello sucede, creeremos un poco más en este tiempo que nos ha tocado vivir y todos ganaremos: Los toledanos, la biblioteca, el museo, el archivo, la Dirección General, la Democracia,  la Libertad,  la Cultura.

               Los retos siempre merecieron la pena.




*  La Voz del Tajo (29-7-1981), pág. 5. Recogido en el libro Combates por la biblioteca pública en España, págs. 230-234.

miércoles, 10 de junio de 1981

¿La Biblioteca Pública a San Pedro Mártir? ¡Qué error, qué inmenso error!, señor Tussell




¿La Biblioteca Pública a San Pedro Mártir?

 ¡Qué error, qué inmenso error!, señor Tussell*
 



Iltmo. Tusell:
               Decía Benavente que “los libros son como los amigos; no siempre es el mejor el que más nos gusta”. Esto lo aplico, después de dar muchas vueltas mi cabeza, al polémico tema de la división de Santa Fe entre Biblioteca y Museo. La noticia aparecida en La Voz del Tajo el pasado miércoles 27 de mayo, me ha dejado sumido en una sorpresa tal que, a no ser por lo acostumbrado de estos hechos en este país, malamente se recuperaría uno de este susto. Porque, ¡qué susto! Numerosas llamadas telefónicas de amigos interesados en el tema, me sorprendieron en la mañana de aquel día, diciéndome: “Tusell ha cedido, se ha arrepentido”, o “Ya no habrá división. Tusell imitó a Salomón”. Era una cantinela sospechosamente esperanzadora. Y yo, sorprendido y ávido de noticias, marché a comprar el semanario para comprobar con mis propios ojos el evento y poder asignarle a Vd., señor Tusell, la categoría de sabio que acompañó al rey Salomón y que sin duda se merece.

               Ya el avance de portada resultaba inquietante. Y la página 10 era un tremendo mazazo que incitaba a la confianza de este pueblo en sus dignísimos gobernantes. La vieja rima romántica becqueriana expresa la tremenda expresión que me produjo la noticia:



                                   “Cuando me lo contaron sentí el frío

                                   de una hoja de acero en las entrañas;

                                   me apoyé contra el muro, y un instante

                                   la conciencia perdí de dónde estaba”.



               Porque la cosa es grave. Yo, tal vez muy ingenuo, quiero pensar que ha sido una decisión de buena voluntad, aunque no sopesada suficientemente. Es bueno corregir a tiempo los yerros. Y dividir Santa Fe lo era, y muy grande. Uno se siente halagado al saber que ha formado parte de ese sector de “ciudadanos de Toledo” que se opusieron a la división salomónica. Uno se alegra profundamente de constatar el interés que el Ministerio de Cultura, y concretamente la Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas, tiene para solucionar los graves problemas que aquejan a Biblioteca y Museo. Pero uno se entristece enormemente al conocer la solución que ahora se pretende: Santa Fe para el Museo, íntegramente; y para la Biblioteca ... San Pedro Mártir. 
De mal en peor 
               Como diría el pícaro Lázaro de Tormes –que, al fin y al cabo, es también Lázaro de Toledo- cuando dejó al ciego para servir al clérigo en busca de mejor vida, “escapé del trueno y dí en el relámpago”. Y es que la “mejor vida” que pretende el Ministerio se me antoja dura, sobre todo para el libro. Por esto le recordaba la frase de Benavente, por si le ayuda a reflexionar sobre la política cultural que este país necesita y Vd., en gran parte, lleva de su mano experta. Me da la impresión –ojalá esté yo equivocado- de que su mejor amigo es el patrimonio, y de que su amigo más lejano (no el peor, claro está, que Vd. es intelectual y debe amarlo, aunque un poco a distancia) es el libro. Y no se trata ahora, evidentemente, de sentenciar sobre si es más importante la función social de una biblioteca o lo es la de un museo. Ambas instituciones son, sin lugar a dudas, fundamentales para la educación y la cultura. Por esto nunca he desdeñado la importancia de los problemas del museo de Santa Cruz, aunque por mis trabajos me siento más identificado con los de la biblioteca y la haya defendido ante una solución –partir santa Fe- que era/es inadecuada y que hipotecaba peligrosamente su futuro. Lo que busco es otra solución, una solución que salve a ambas entidades. Y esa solución tienen que darla los técnicos del Ministerio. Mas, siendo trascendentales esos dos medios culturales, por encima de la cultura como abstracción esta el HOMBRE, la persona. “La gente es el Reyno”, escribía en 1619 el arbitrista toledano Sancho de Moncada. ¿para qué un país sin gente?, pensaba Moncada. Y ¿por qué un país sin gente bien formada?, me pregunto yo ahora. La riqueza de un país son sus hombres. Todo ha de estar en función suya. Blas de Otero daba “todos sus versos por un hombre en paz”, porque las cosas en sí mismas no tienen sentido. La mayor riqueza de una nación son sus hombres, no su Patrimonio. Y a esto hemos de aspirar: a crear hombres, a formar hombres con espíritu de libertad, igualdad, tolerancia. Hombres en paz para hoy y el mañana. Y a esto está llamado el libro.



Recordando el Manifiesto de la UNESCO sobre la biblioteca pública



               La UNESCO proclama la confianza que mantiene en la biblioteca pública como “fuerza viva al servicio de la enseñanza, la cultura y la información, y como instrumento indispensable para fomentar la paz y la compresión internacional”. En un mundo falto de paz, el libro está llamado a formar al hombre, a ejercitarlo en la comprensión y en la formación de su propia opinión. Porque si la UNESCO enuncia la importancia de la biblioteca como “institución democrática de enseñanza, de cultura y de información”, donde pone más el acento es precisamente en su labor informativa: un hombre sin información, se ha dicho, es un hombre sin opinión. Para esto nacen las bibliotecas: para evitar la manipulación del hombre. “La biblioteca pública –sigue diciendo el Manifiesto- es el principal medio de dar a todo el mundo libre acceso a la suma de los conocimientos y de la ideas del hombre, y a las creaciones de su imaginación”. Tristemente, gran parte de estas importantísimas funciones que está llamada a ejercer en nuestra sociedad la biblioteca pública toledana no han podido ser puestas en práctica todavía. Y ello porque a los problemas generales de las bibliotecas del país hay que unir algunos particulares: nació asfixiada, porque no se planificó teniendo en cuenta su crecimiento natural y a los pocos años era sólo un gran almacén de libros, no un centro de cultura viva y de importancia para todos. Santa Fe era la esperanza para iniciar los servicios que asegurasen al pueblo toledano el acceso al libro; Santa Fe era el lugar idóneo donde confluyesen todos los toledanos que buscan formarse su espíritu y su opinión o ansían, simplemente, convertir su tiempo en ocio enriquecedor. Pero no es todo: si la biblioteca renueva el pensamiento del hombre; si le distrae, si es ayuda para el estudiante, otra misión es cuidar y ayudar al progreso: “dar a conocer la última información técnica, científica y sociológica”, ser fuente que facilite el progreso económico de un pueblo por la formación intelectual y humana de sus hombres. 
La Biblioteca a San Pedro Mártir: un grave atentado para los toledanos

               La decisión, si culmina, de trasladar la biblioteca toledana al monasterio de San Pedro Mártir no sólo atenta gravemente contra el espíritu del Manifiesto de la UNESCO sino que vulnera los derechos de los toledanos de acceder fácilmente al libro. El fácil acceso, las buenas comunicaciones, el lugar céntrico, el emplazamiento en lugar concurrido, todas estas condiciones las cumple el Miradero, no San Pedro Mártir. Da la impresión, y me parece tristísimo, de querer alejar al pueblo toledano de los libros, estos peligrosos vehículos de transformación de la sociedad. Si ahora no hay inquisidores que requisen los libros malditos; si nuestro país no es hoy, afortunadamente, el estado policial y perseguidor/destructor del libro que Ray Bradburry plasmó en su novela Farenheit 451, los toledanos podrían pensar en esta ocasión que alguien quiere esconder los libros, alejarlos de los centros vitales de la ciudad toledana para que no molesten y reposen plácidamente y se llenen lentamente de polvo por el  no uso y duerman, en fin, el sueño de los justos.

               Hay, a mi entender, señor Tusell –y según la noticia de prensa que me empuja a escribir estas líneas- otro grave error en su decisión actual de largar la biblioteca a San Pedro Mártir: parece que las actividades culturales se desligarían de las meramente bibliotecarias. El actual edificio del Miradero sería aula cultural y San Pedro biblioteca pública (¿y tal vez archivo?). Perdóneme que me atreva a recordarle otro párrafo del citado Manifiesto: “La biblioteca pública es, de un modo natural, el centro cultural de la comunidad, en el que se reúnen las gentes que tienen intereses semejantes. Ha de poder disponer, pues, de los locales y el material necesarios para organizar exposiciones, debates, conferencias, conciertos y proyecciones cinematográficos, lo mismo para los adultos que para los niños”. Uno, que siempre ha tratado de sustituir el refrán aquel de “piensa mal y acertarás” por el de “piensa bien, aunque no aciertes”, trata de quitar leña al fuego y piensa que quizás la noticia sea un falso rumor de Ministerio. Pero como “cuando el río suena, agua lleva”, me pongo a la defensiva –compréndalo, señor Director General-  y me pregunto: ¿y si fuera cierto? ¿Y si ese error, inmenso error, fuese verdad, no un mal sueño, y tratasen de consumarlo? Yo no sé, pero pienso en las fatigas del señor Alcalde de nuestra ciudad y de otras autoridades que tratan de que el Consejo de Europa se fije en nosotros. Considero que sería un golpe bajo a su excelente labor por tierras europeas pregonando el carácter ineludible de meca cultural de Toledo. y pienso en el rubor que pasarían nuestros doctos munícipes cuando en Europa conocieran esta decisión –“sublime decisión”, que se dijo en el teatro- y comprobaran todo el caso que los españoles hacemos a la UNESCO y demás.

               Otra cuestión que no entiendo es por qué precisamente San Pedro Mártir para biblioteca y Santa Fe para el Museo. ¿no podría hacerse al revés? Pienso en la impotencia que se debe sentir después de diez años de negociaciones intensísimas para conseguir ampliar la biblioteca a través del viejo convento de las Ursulinas.  Y me produce amargura el que vuelvan a hacerse las cosas con los tradicionales y característicos autoritarismo y centralismo (ni siquiera el señor delegado del Ministerio de Cultura conocía esta decisión cuando el miércoles tarde le telefoneé para que me confirmara o denegara la noticia), sin dar explicaciones. De dividir San Fe a esta otra solución –mil veces peor que aquella, y ya es decir- se ha pasado sin decir esta boca es mía, sin presentar la alternativa por la que venimos clamando, sin dar una razón que justifique o serene mi intranquilidad y la de otros toledanos. Por esto le escribo, señor Tusell, para que hablen alto, para que pidan opinión a los técnicos en el tema que trabajan en esta ciudad, para que la democracia sea un poco más real y un poco menos ficticia.

               Pero, en fin, usted verá. No es mi responsabilidad, desde luego. Quisiera finalizar, para no pecar tanto de localista, recordándole que los problemas de Toledo no son únicos, están  dentro de una dinámica nacional, tal vez aquí agudizados por la importancia de la biblioteca toledana.




Proteccion a las bibliotecas españolas



               Sí, la mayoría de las bibliotecas españolas siguen careciendo de personal técnico suficiente. Este país sigue sin LEY DE BIBLIOTECAS. Y, finalmente, comunicarle, con el debido respeto, que muchos españoles –entre los que me cuento- veríamos con buenos ojos que un día hablase Usted sobre las bibliotecas españolas, sobre lo que piensa hacer para modificar su triste vida actual, o simplemente para decirnos que estamos en un periodo de crisis económica y que para el libro no ha quedado demasiado presupuesto y... No sé. Son cosas complicadas. Lo comprendo. Pero yo deseo, con total sinceridad, que usted y sus colaboradores puedan dar buena solución a todo esto. Si no, apaga y vámonos.

               Un saludo.


*La Voz del Tajo (10-6-1981), pág. 5. Recogido en el libro Combates por la biblioteca pública en España, págs. 226-230.

miércoles, 20 de mayo de 1981

Biblioteca y Museo: La solución no es dividir Santa Fe



Biblioteca y Museo:
La solución no es dividir Santa Fe*





        El artículo de mi buen amigo y profesor José María Calvo sobre la pretendida división del convento de Santa Fe da un giro copernicano al problema: él es hasta ahora el único toledano (salvo la Directora del Museo) que comparte la idea de la partición del citado convento, en esa línea pragmática que ha caracterizado tantas realizaciones españolas abordadas bajo el refrán “más vale pájaro en mano que ciento volando” y que trata de justificar la división con el pretexto de aligerar los trámites que permitan el rápido inicio de las obras que dotarán a Toledo de 3.000 m2 más de cultura viva.

Posturas ante una polémica

         Me ha alegrado profundamente constatar que en diversos sectores de la ciudad comienza a preocupar el tema. El Ayuntamiento toledano, a través de su Comisión Municipal Permanent

e, asume la moción de la Academia; CC.OO. acaba de hacer público un comunicado en el que se solidariza plenamente con esta postura. Y ahora J.M. Calvo, uno de los hombres más hondamente preocupados por la cultura provincial toledana, toma postura ante esta cuestión. La novedad de este último ingrediente en la polémica consiste, precisamente, en que su posición no es nueva: es idéntica a la formulada por la Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas. Su opinión, necesaria en la sociedad plural y democrática en que convivimos, muestra la rica sensibilidad de mi antiguo profesor y actual compañero en las tareas investigadoras sobre historia toledana, al mismo tiempo que intenta enmendar la plana a la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas, considerado el máximo organismo consultivo en cuestiones de patrimonio artístico y cultural.
Pero, en todo caso, el estímulo que el profesor Calvo hace al Sr. Tusell para “que lo parta bien” me parece preocupante por proceder de uno de  los máximos responsables de la política cultural de UCD en nuestra provincia y porque, en otro nivel, da la impresión de suponer el relevo a la tímida defensa que los subdirectores generales de museos y bibliotecas han efectuado a la decisión de Tusell. Y, mientras tanto, el culto, inteligente y democrático señor Tusell sigue sin hacer público su plan de aprovechamiento del edificio en litigio y sin visitar la Casa de la Cultura de Toledo, cosas ambas que juzgo imprescindibles para que conozca por sí mismo lo que está en juego.
Sin pretender efectuar una disección del artículo de mi querido compañero, sí quisiera resaltar algunos aspectos del mismo.

Municipales: el convento para la biblioteca

El primero gira en torno al programa electoral de UCD en las elecciones municipales de 1979. Me congratula que ese grupo político mantenga que “el libro es el vehículo primordial y material de la cultura” y haga otras declaraciones genéricas al respecto. Pero, al margen de esa declaración de intenciones, hay que hacer una clara puntualización: en aquel programa, UCD abogaba por la urgente adquisición del convento de las Ursulinas con destino a la Casa de la Cultura existente y reclamaba tajantemente “las inversiones necesarias para la ejecución de este proyecto por el valor incalculable de los fondos documentales y bibliográficos existentes y por la potenciación cultural que Toledo y su provincia así lograrían”. En ningún caso aludía a una división Biblioteca/Museo. Apoyar ahora esa partición podría interpretarse como una incoherencia en el pensamiento de J.M. Calvo, importante orientador de la política Cultural de UCD de Toledo y redactor del programa electoral referido a bibliotecas y otras materias del área de cultura en aquellas elecciones. Justificar ese incumplimiento por razones de urgencia o de miedo a una planificación a largo plazo, parece atrevido. Muy al contrario, y afortunadamente, los legítimos representantes de los ciudadanos toledanos en el Ayuntamiento asumen decididamente, como ya dije con anterioridad, la moción de los académicos, demostrando así el grupo de concejales centristas un fiel respeto a su programa. Este respeto, unido a la actual vocación del Municipio de dotar a diversos barrios de la ciudad con bibliotecas populares, es muy elogiable. Y me alegro aún más al saber que en esto andan los diversos grupos políticos del Ayuntamiento. 
Las limitaciones de un edificio 
Lógicamente, las coincidencias tienen que existir: el elogio que J.M. Calvo efectúa de los fondos de nuestro máximo centro bibliográfico, parece valorar suficientemente su buena voluntad respecto al tema, lo que hace más extraña aún la continua dicotomía que a lo largo de su artículo se observa. Por ejemplo, un olvido importante es la incidencia de la propia estructura del edificio en la solución del problema. Su apoyo a la opción ministerial (que reparte el convento con arreglo a 2.000 m2  para la biblioteca y 1.000 m2 para el museo) pienso lo efectúa sin tener en cuenta las limitaciones que contiene  el citado edificio: el pie forzado de tres patios que ocupan una superficie de 526 m2 y unas zonas que por su valor artístico no pueden alterarse. Así, resulta indudable que si se dispusiese de un solar sin trabas de patios, paredes maestras, artesonados, etc., y hubiera la posibilidad de elevar alturas sin ninguna clase de limitaciones el solar necesario podría ser menor, para albergar los mismos servicios. Consecuentemente, los 2.500 m2 hábiles a distribuir entre Museo y Biblioteca resultan claramente insuficientes para solucionar los problemas de espacios y desarrollo de ambas instituciones culturales. Y hay todavía otro aspecto que olvida Calvo Cirujano: el traslado del Archivos Histórico Provincial a otro lugar, para el que ya se han iniciado al parecer las gestiones, permitiría que los 36.000 libros de la Colección Borbón-Lorenzana que aún quedan, en tristísimas condiciones, en dependencias del Museo de Santa Cruz pasasen al actual edificio de la Biblioteca, que alojaría exclusivamente el fondo antiguo. Ello supondría, en lo que respecta a las necesidades del Museo, dejar libres para su utilización dos plantas de 500 m2 cada una, con posibilidad de aumentar a tres mediante las reformas oportunas. Esos 1.500 m2 que el Museo recibirá en su mismo edificio son ya superiores a los que les corresponderían en el reparto de Santa Fe y dejaría libre el camino a la Biblioteca para programar un edificio moderno y funcional que cumpla suficientemente las recomendaciones de la UNESCO y le convierta en el gran centro cultural de la comunidad.
Otra coincidencia radica en la idea de buscar nuevo emplazamiento para la sección arqueológica, dejando el Museo de Santa Cruz solamente para las Bellas Artes. Las muestras, ricas y variadas, que el Museo desea ofrecer (“pintura, escultura, tapices, tejidos, orfebrería, muebles, monedas, documentos, etc.”) pueden muy bien alojarse en su actual edificio, que se verá incrementado con los ya citados 1.500 m2 dejados libres por la Colección Borbón-Lorenzana y los ocupados actualmente por el sector arqueológico. 
Seguir a la UNESCO 
Porque éste es otro tema: la moción utiliza módulos internacionales establecidos por la UNESCO y sería muy triste que una vez más parcheásemos y no pensásemos en soluciones a largo plazo, como recomienda ese alto organismo internacional en materia cultural. Invito a que recordemos los graves problemas que en materia de sanidad, educación, urbanística, etc. padece nuestra ciudad precisamente por no haber planificado siquiera a medio plazo. Comparto con mi ilustrado amigo la incertidumbre del año 2001, pero no justifico, como él parece hacer, la división del edificio por el hecho de que todo el caudal informativo contenido en los miles de volúmenes que entonces tenga la biblioteca pueda meterse en una computadora de 10 x 10 metros. Y ello porque hay algo evidente: podemos (y ojalá nuestro país inicie pronto el desarrollo suficiente de la cibernética y la informática alcanzado por las naciones desarrolladas) tener esa computadora, conectarla  a la red bibliotecaria internacional, pero ¿y con los libros/manuscritos originales, qué haremos? Espero que una vez esos fondos microfilmados, metidos en la computadora, puestos, en fin, útilmente al servicio de todos los científicos del mundo, sus originales no se quemen, se envíen a Madrid o se vendan a los americanos, por poner unos ejemplos. ¿No sería conveniente adaptar el edificio que nos ocupa no sólo a las necesidades actuales sino también a las futuras, excavando, si fuera preciso, varios pisos que permitan unos depósitos de gran capacidad y seguridad? ¿Acaso el moderno/desarrollado hombre de la actual o futuras décadas se atrevería a destruir ese rico presente cultural, dando de esta forma una triste lección a sus antepasados de los tiempos prehistóricos, que tanto nos legaron? Creo, por otro lado, que el hecho de hacer las cosas bien no ha de estar reñido con hacerlos pronto. Pero la palabra en esto, y la responsabilidad que conlleva, vuelve a tenerla el Ministerio de Cultura.
Pero hay otra desafortunada interpretación de mi excelente amigo sobre la historia de las peticiones que la directora de la Biblioteca Pública ha efectuado en legítima defensa del centro del que es responsable. Me refiero a la solución que proponía en la Memoria de 1970: cuando hablaba de 1.500 m2 lo estaba haciendo de solar, en un tiempo en que el paseo del Miradero no tenía aún su actual estructura de cemento y hormigón y estaba situado en un nivel muchos metros más bajo. Si entonces se hubiera construido el edificio anejo, constaría de varios sótanos y 4 pisos, que supondrían una superficie total aproximada de 9.000 m2. 
Razones para la centralización de servicios 
Es otro aspecto a puntualizar. La centralización de que se habla no se debe sólo a la escasez de personal. La Biblioteca Pública es cabecera del sistema bibliotecario de la provincia, hoy denominado Centro Provincial Coordinador de Bibliotecas, y por lo tanto tiene que servir a éste de recursos primario, dentro de un sistema informativo nacional. En un sistema bien montado, a tenor de las recomendaciones internacionales, la sección de referencia de la biblioteca y sus fondos deben estar a disposición de los habitantes no sólo de la capital sino también de la provincia. El personal cualificado de la biblioteca pública de la capital es el encargado de las tareas de selección, catalogación y clasificación centralizada que evita la duplicación de tareas a todos los puntos de servicio de la red. Las grandes bibliotecas centrales de todos los países bibliotecariamente desarrollados certifican este aserto. Además el personal de la biblioteca central, por su cualificación, es el encargado de responder a las consultas especializadas en materia bibliográfica, ya sea por carta o telefónicamente.
El servicio de bibliobuses, que debe atender a las demandas lectoras de 180 municipios toledanos menores de 3.000 habitantes, con una población que sobrepasa los 200.000 habitantes tiene necesariamente que estar ubicado en el mismo edificio que albergue a la biblioteca pública de la capital, pues son los fondos totales de este Centro los que permiten satisfacer las demandas de libros de materias más específicas que el bibliobus no cuenta entre sus fondos propios, con los que se atiende la demanda lectora de tipo medio, no la especializada.
Todo esto es lo que me ha ido demostrando la experiencia y lo que algunas lecturas especializadas recomiendan. 
Olvidar a los minusválidos 
Y quiero destacar, finalmente, otro aspecto que cualquier humanista debería tener en cuenta y que supongo –conocida su tradición ética y democrática- que mi buen amigo ha soslayado simplemente por olvido: la distribución que Tusell pretende, y es defendida en el artículo que comento, deja a la Biblioteca sin accesos a nivel de la calle. Esta cuestión sería prioritaria si el asunto se estudiase en cualquier país. La necesidad del constante trasiego de libros que entran y salen de ella a toneladas hacen imprescindibles esos accesos. Pero hay otra razón importante, esta vez de carácter ético-moral: las actuales barreras arquitectónicas de la Biblioteca, que persistirán si el proyecto del Director General sigue adelante, impiden la entrada a la numerosa población de minusválidos existente en nuestra ciudad. En un época como la nuestra, en la que las declaraciones a favor de los más débiles abundan, parece raro que no se les tenga en cuenta a la hora de proyectar esta salomónica intimidación. 
Tusell: imita a Salomón 
Porque ante esto estamos: Salomón fue un rey sabio y prudente que amenazó con la partición de un niño para que resplandeciesen la verdad y la justicia. A mí, particularmente, me da una amplia alegría la noticia, facilitada por mi amigo Calvo, de que Tusell cuente entre sus antepasados más ilustres al rey Salomón. Espero, y seguro que así lo esperan también otros muchos toledanos, que Tusell-Salomón obre con la misma sabiduría y prudencia que lo hizo el Rey. El niño (el convento, en este caso) está entre las manos –allá en su despacho de director general en Madrid- del Sr. Tusell. Quiera Dios que el buen juicio que permitió la salvación de un niño permita la del convento. Entonces podremos asegurar que, nuevamente, en la historia coloquial, Salomón permanecerá como figura sabia y justa y prototipo por antonomasia de un buen juez para litigios aptos sólo para los más dignos y escogidos.



* La Voz del Tajo (20-5-1981). pág. 7

miércoles, 29 de abril de 1981

El juicio de Salomón: La biblioteca pública se muere por asfixia



El juicio de Salomón:
 La biblioteca pública se muere por asfixia*




La adquisición del convento de santa Fe para ampliar la biblioteca toledana suponía la solución ansiada a su asfixia. La decisión de la Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas de dividir el edificio entre Biblioteca y Museo de Santa Cruz ha provocado diversas reacciones en la prensa toledana, a partir de la moción que hizo pública la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Mis trabajos bibliográficos hacen que me sienta ligado a nuestra Biblioteca, a la que acudo asiduamente. Esta razón me mueve a opinar sobre este conflictivo tema, obligado moralmente como lector y como toledano. Mi interés por este centro cultural no es nuevo: buena prueba de ello son otros artículos anteriores publicados en La Voz del Tajo. En esta ocasión me he planteado el problema repasando la historia reciente de este centro bibliográfico. Las memorias publicadas a partir de 1966, la moción de la Academia y mi propio conocimiento empírico del problema son las claves en que me asiento para tomar postura. Por otro lado, no niego las necesidades de expansión del Museo: pero pienso, sinceramente, que deberá buscarse otra solución distinta a la que el Ministerio de Cultura pretende. Dividir santa Fe no eliminará, ni siquiera a corto plazo, los problemas de ninguno de los centros. El gasto público que supondrá la adecuación del convento a sus nuevos fines obliga a hacer las cosas bien y con visión de futuro.
            España, se dice, es uno de los países donde más se publica y donde menos se lee. Si esto es cierto, me parece indudable que gran parte de la culpa de tal situación radica en la deficiente infraestructura bibliotecaria del país. Escasas bibliotecas y unos cuerpos de bibliotecarios tan exiguos que podrían hacer encasillarnos como país tercermundista son los dos reflejos más evidentes de la nefasta política bibliotecaria que en este terreno se ha hecho y se hace en España. No pretendo ahora analizar este complejo problema, que tantos males acarrea en nuestra sociedad y que, sin embargo, es marginado por propios y extraños.

La riqueza de la Biblioteca de Toledo

Dentro de esta problemática se enmarca la situación de la Biblioteca Pública de Toledo. La importancia de sus fondos hace que sus problemas deban tener dimensión nacional, pues el rico contenido bibliográfico que atesora este centro debe ser hoy patrimonio de todos los españoles: la internacionalmente conocida Colección Borbón-Lorenzana, compuesta por unos 100.000 libros impresos ( entre ellos 411 incunables) y más de 1.000 manuscritos de los siglos XI al XIX la hace una de las mas importantes de Europa. Si exceptuamos Madrid y Barcelona ninguna provincia española cuenta con biblioteca de tal entidad, ni siquiera las universitarias. Esta importancia se consideró ya en 1966, año de inauguración de los nuevos locales que albergaban a la Biblioteca y al archivo provincial de Protocolos: el entonces Director General de Archivos y Bibliotecas, don Eleuterio González Zapatero, la calificó como una de las doce bibliotecas más importantes del mundo desde el punto de vista de las ciencias eclesiásticas, lo que es lógico si pensamos que la mayor parte de sus fondos antiguos proceden de la biblioteca de los cardenales arzobispos de Toledo, entre los que hubo grandes bibliófilos. Aquellas nuevas instalaciones se enmarcaban en la política de creación de Casas de Cultura, bibliotecas que presentaban una serie de servicios anejos (la de Toledo sólo salón de actos) para que su labor pedagógica y cultural alcanzara una proyección integral en la comunidad.
 
Una vieja utopia: planificar con visión de futuro 
Conocemos que las directoras de la Biblioteca y el Archivo, a la vista del proyecto del nuevo edificio, advirtieron que esa Casa de la Cultura sería incapaz de alojar los fondos de ambos centros. El Ministerio se excusó de atender las objeciones de las directoras diciendo que sus preocupaciones procedían de un "celo excesivo". Pero el M.E.C. se equivocó: tan sólo cuatro años después la dirección de la Biblioteca denunciaba los frecuentes altercados que se producían en la sala de lectura debido al malestar que la insuficiencia de plazas (sólo existen 48 puestos) provocaba entre los lectores. El paulatino desarrollo cultural de Toledo (creación de un Centro Universitario, de la Universidad Laboral y de varios institutos de bachillerato, por citar sólo las instituciones docentes) ponía de manifiesto la total incapacidad de la Biblioteca para atender al menos a la población estudiantil. La Directora emitía un informe (publicado en la Memoria de 1970) sobre la necesidad de construir un edificio anejo en el paseo del Miradero para ampliación de la Biblioteca, alertando que de no hacerlo así "el desarrollo cultural de Toledo, sede irradiadora durante siglos del máximo saber de la época, se verá frenado y puede que hasta casi anulado por la carencia de una biblioteca eficaz y actual y de los imprescindibles servicios agregados a ella, tan importantes para la elevación del nivel espiritual y hasta material de sus habitantes ". Pero nadie se inmutó.
La cultura no importa
Otra nueva medida vino a ensombrecer el panorama cultural toledano: en abril de 1973 tuvo que dejarse de programar actos culturales por la imperiosa necesidad de habilitar el salón de actos para nuevo depósito. Las crecientes adquisiciones de nuevos volúmenes hizo aún más insuficientes sus locales. Se pensaba que las autoridades provinciales y nacionales se alarmarían ante el gravísimo problema que se cernía para los toledanos. Pero la cultura no importó a nadie. Sólo la Directora de la Biblioteca hacía gestiones para solucionar el problema. Su nueva propuesta fue la adquisición del convento de Santa Fe, al haber marchado de la ciudad las religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos (ursulinas), que utilizaban el mismo como colegio de E.G.B y B.U.P. Desde la Memoria de 1974, en todas aparecen informes sobre la absoluta necesidad de comprar dicho inmueble, habiendo efectuado intensas negociaciones con los sucesivos altos cargos del MEC, primero, y del Ministerio de Cultura después. Nadie, salvo la Directora, se ha molestado en colaborar en que esas gestiones fructificasen. Nadie ha admitido, al parecer, que el constreñimiento de la Casa de la Cultura fuese problema que afectase por igual a todos los toledanos y no exclusivamente a su Dirección. Ningún partido político tomó entre sus objetivos electorales la solución de tal problema: quizá porque la cultura importa a pocos y tal vez porque ni los mismos políticos se han percatado de que no hay cuestión más prioritaria en una política cultural coherente y avanzada que la atención preferente a las bibliotecas públicas. De su dinamismo e incidencia en la sociedad dependerá en buen grado, el progreso de los pueblos.
La esperanza: la compra del Convento de Santa Fe
Los nuevos tiempos trajeron renovadas esperanzas. A finales de 1979, Toledo conocía que el Ministerio de Cultura había adquirido, por fin, el antiguo convento, con aportación económica, a mitades, de las subdirecciones generales de Bibliotecas y de Archivos, entonces dependientes de dos direcciones generales distintas; la de Libro y Bibliotecas y la de Patrimonio Artístico y Museos respectivamente. Era una medida harto esperada por los que nos interesábamos en el tema: la continua expansión cultural de la ciudad hacía imprescindible dicha compra, máxime en estos momentos en que, en varios años, cabe la posibilidad de restaurar un pleno Toledo universitario, con la creación de algunas Facultades de la proyectada Universidad de Castilla-La Mancha; de otra parte, ya he apuntado en otros artículos la necesidad de crear un centro bibliográfico regional, como base de la potenciación de la investigación regional, para el que, sin lugar a dudas, apuesto por la Biblioteca Pública toledana como el más adecuado. Y, en fin, la céntrica situación de la Casa de Cultura es otro aliciente más para afirmar que este Centro deberá ser el lugar de donde emerja gran parte de la cultura toledana y al que confluyan, en los distintos áreas de interés, todos los toledanos.

La desesperanza: tropezar en la misma piedra

La Biblioteca proyectaba sacar el máximo rendimiento al nuevo edificio, respetando su estructura arquitectónica por ser monumento nacional desde el año 1919. Así, la capilla del siglo XVII (con ábside del XIII) podría utilizarse como amplio salón de actos que albergaría no sólo los acontecimientos culturales cotidianos sino incluso congresos nacionales e internacionales, que actualmente no encuentran en la ciudad su marco adecuado. Otro ejemplo es la sala con artesonados mudéjares del XV, que sería una extraordinaria sala de exposiciones. Junto a estos dos servicios, imprescindibles hoy además de nuevos depósitos que permitan el ingreso de volúmenes a largo plazo, se crearía una serie de dependencias especiales en razón de la magnitud de esta Biblioteca, que hace aconsejable que cuente con servicios no comunes en otras bibliotecas provinciales, como restauración del libro antiguo, microfilm, medios audiovisuales, etc. Pero este país no tiene remedio: parecía lógico que nunca volviera a darse la falta de planificación que el MEC mostró al proyectar la actual Casa de Cultura, desoyendo, como ya dije, las sugerencias de las responsables más inmediatas: las directoras de biblioteca y archivo. La experiencia parece no contar en este país. Por segunda vez ante un mismo problema, Madrid distribuye un edificio sin realizar los estudios oportunos sobre las necesidades del Centro. y no sólo no planifica sino que intenta una solución salomónica partiendo en dos mitades el convento de Santa Fe, destinando una parte a ampliación de la Biblioteca y otra a la del Museo de Santa Cruz. Nunca, durante los duros años de negociaciones, hubo una petición del citado Museo de destinar el convento a sus instalaciones museológicas: sólo lo ha hecho una vez adquirido. Pero esto no es lo más importante: si fuese racional esta división apoyaríamos las legitimas aspiraciones del Museo y diríamos que. "más vale tarde que nunca". Pero no es así: la Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas ofrece una solución que a mi juicio es aberrante e irracional, con el agravante de que dictamina sin antes conocer in situ la realidad del problema de la Biblioteca Pública. De no asegurarse el futuro de esta institución estaremos hipotecando el futuro de Toledo, de su desarrollo cultural e incluso privarla de una de las condiciones imprescindibles que dan a una ciudad carácter universitario. Cuando tras diez años Madrid quiere soslayar el tema desnudando a un santo para malvestir a dos, está marginando un problema de importantes dimensiones que afecta no sólo a los toledanos sino a todos los investigadores del país.
La moción de la Real Academia

Como con la ya famosa polémica de la variante de Soria, empiezan a alzarse voces clamando contra esta decisión injusta. La primera, y muy  potente, ha sido la de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, que ha hecho pública una densa moción en la que pide que el convento de Santa Fe se destine "en su totalidad" a ampliar los servicios de la Biblioteca. La moción constituye toda una alternativa al problema. La Academia recuerda la necesidad de que la Biblioteca presente todos sus fondos en un mismo edificio, céntrico para facilitar el acceso de los lectores o de los asistentes a sus programas culturales, y demuestra minuciosamente, con los mínimos que establece la UNESCO para estos centros, que la Biblioteca no tendrá espacio sobrante para realizar correctamente su actividad aún en el caso de que se destine todo el edificio para sus fines. Uno de los párrafos intenta responder a la justificación que alega el Museo para ejercer su pretensión a disponer de la mitad del convento:  “..las necesidades del Museo de disponer los fondos de manera que se encuentren ordenados por culturas y por periodos arqueológicos y artísticos, que permitan una exposición didáctica de las colecciones se ha roto ya con la creación de las secciones monográficas de la época visigoda, en San Román; Sefardí, que actúa administrativamente desligado del Museo de Santa Cruz, en la sinagoga del Tránsito; de la sección de artes mudéjares, instalada en el Taller del Moro; y del Museo monográfico de Arte Contemporáneo en la calle de las Bulas. Por tanto, queda obviado el problema de establecer nuevas secciones en las inmediaciones de la colección central, más aún teniendo en cuenta que esta colección se refiere en su mayor parte a las Bellas Artes y los museos monográficos actualmente existentes, y que se pretenden instalar en el edificio que nos ocupa, son colecciones arqueológicas que pueden muy bien ser instaladas con tal de facilitar una circulación lógica a los visitantes, a lo largo de todo Toledo, en cualquiera de los múltiples edificios que están quedándose vacíos dentro del casco antiguo y que el Ministerio de Cultura tiene la obligación de conservar, por tratarse de una ciudad monumental. Este no es, sin embargo, el caso de la Biblioteca Publica que tiene, obligatoriamente, que presentar sus colecciones lo más compactas posibles y en el lugar más céntrico y con mejores accesos para todos los habitantes de la ciudad". 

Cultura divide sin dar explicaciones

Esta es la concepción de la Academia. Por su parte, la Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas divide el convento sin aclaración alguna y, lo que es más grave, sin explicar en qué medida podrán ser utilizadas y aprovechadas esas dos mitades por Biblioteca y Museo respectivamente. Y, en otro grado habría que analizar, con proyección de futuro, si esa solución salvará de una vez por todas a la asfixiada Biblioteca Pública toledana. La moción ha sido asumida por la comisión de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Toledo y por la comisión de Patrimonio Artístico. Creemos que otras fuerzas políticas y sociales se movilizarán si la solución salomónica del señor Tusell sigue adelante. Tusell, actual Director General de Bellas Artes, es un intelectual nato: su actividad como historiador es una garantía para ocupar un puesto de tal responsabilidad en la cultura española. El, como nadie, debe saber la  importancia que los fondos de la  biblioteca toledana tienen para la cultura. Si no los conoce, le animaría  fervientemente a que realizase una  detenida visita a la biblioteca para que se cerciore de la riqueza bibliográfica de  la misma. De persistir en su actual decisión, la imagen del Director General, podría verse seriamente desprestigiada y  le alcanzaría una polémica de dimensión nacional que ahora puede evitar si la razón y la lógica se imponen. Por otra parte en una época que por todos lados, se bautiza como democracia, resultaría ilógico que no se abriese un diálogo franco entre los responsables ministeriales y la Directora de la Biblioteca y demás entidades afectadas.
Un deber de todos los toledanos: proteger nuestra biblioteca
El problema, en su actual estado, no compete sólo a la Biblioteca. Otras entidades culturales, políticas y sociales deberán definirse en torno al tema. Deben ser presentadas nuevas alternativas al problema y, aún más, las autoridades provinciales han de tomar postura ante una acción que afectará al futuro cultural de la provincia en grado sumo. Cuando una cuestión como la que comentamos ocurre en el marco provinciano, han de rehuirse los amiguismos y las medias tintas. Estar entre dos aguas supone una actitud digna de los buenos conservadores y un inhibirse de las situaciones que se presentan. Hoy como ayer, no podemos ser neutrales si la razón, el bien común y la cultura nos exigen que plantemos cara a los problemas reales de Toledo: y hoy el atropello que se pretende hacer a nuestro máximo centro bibliográfico no sólo es una reminiscencia de las formas de actuar de los tiempos de la dictadura, sino una de las decisiones que mayor infuencia puede tener en el futuro de la cultura toledana. La Historia ha evolucionado en su objeto, su concepto, sus protagonistas y sus métodos: pero todavía juzga las grandes responsabilidades: si un día los historiadores estudiamos la evolución de la Biblioteca Pública toledana -en su doble dimensión de rico legado bibliográfico de los siglos y nueva concepción en su proyección a  la comunidad humana a la que sirve- sin duda nos detendremos especialmente en este momento histórico. Usted, señor Tusell, tiene en su mano el juicio de la Historia a su decisión.




* La Voz del Tajo (29-4-1981), págs. 4-5. Recogido en el libro Combates por la biblioteca pública en España,  págs. 216-222.