lunes, 1 de noviembre de 1993

Radiografía de urgencia: bibliotecas en Castilla‑La Mancha




“La lectura pública en Castilla‑La Mancha: radiografía de urgencia”. Añil, Cuadernos de Castilla‑La Mancha, nº 2 (noviembre 1993), págs. 51‑61. [Publicado con el título “Radiografía de urgencia: bibliotecas en Castilla‑La Mancha”]

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Enlace: La lectura pública en Castilla‑La Mancha: radiografía de urgencia
 



 





domingo, 19 de septiembre de 1993

La Bella y los libros



La Bella y los libros*.

            La proyección de La Bella y la Bestia despertó verdadera pasión, y ahora  ocurre lo mismo con la edición en vídeo de esta película de los estudios Disney. Además, la espléndida estructura de comunicación que siempre ponen en marcha los productores colabora en la creación de un verdadero mundo Disney. Bella es, sin duda, la gran heroína del momento para miles de personas. La película merece la atención prestada, y los personajes principales, Bella y Bestia, el cariño que están cosechando entre todos los públicos.
            En lo que tal vez menos se ha reparado es que esta película constituye la mejor campaña de animación a la lectura puesta en marcha. La del mono del Ministerio de Cultura, en tantos aspectos fracasada, no es nada comparada con el mensaje (y además de larga duración) de la película; y el “Leyendo se entiende la gente” de la Consejería de Educación y Cultura llega a ámbitos muy reducidos al no haberse utilizado los soportes clásicos de estas campañas. Pero tal vez no importa: ¿qué mejor programa de promoción de la lectura que esta película, vista por millones de personas en todo el mundo? Cierto que se trata de mensajes la mayoría de las veces implícitos, pues la película plasma con acierto cómo la sociedad, en general, vive de espaldas al libro. Pero muchísimos de los espectadores prendados de Bella pueden perfectamente enamorarse también de los libros y convertirse en lectores constantes.
            En la pequeña aldea donde vive Bella,  cada día es igual y “nada nuevo hay que contar” y todos sus vecinos coinciden en que ella es “una chica peculiar”, distinta  y que “nunca deja de leer: con un libro puede estar siete horas sin parar; con un libro no se acuerda de comer...” Bella vive en su mundo de imaginación, lugares lejanos, aventuras,...buscando la profundidad de lo interior, mientras sus convecinos no salen del monótono y superficial acontecer cotidiano. Y allí vive también el prototipo de hombre triunfador, arrogante, dominador...Gastón, como símbolo de tantos sectores que temen que el libro convierta a la persona en libre y crítica, recrimina a Bella: “No está bien que una mujer lea; enseguida empieza a tener ideas y a pensar...”  Debe olvidarse de los libros y prestar atención a “cosas importantes”...¿Tal vez la televisión, el bar, el deporte‑sillón, el consumismo, la escalada social, la comodidad...?
            La librería/biblioteca en la que Bella recibe prestados sus libros y, después, la gran biblioteca de la Bestia/Príncipe en su palacio, son los ejes de la metamorfosis de ésta: el amor de Bella y las lecturas de libros van humanizando a la Bestia hasta convertirse en el nuevo ser que hay en toda persona. Pero, en Toledo, ¿dónde leerán los conversos al libro?.



* Ya (19-9-1993), pág. VIII

miércoles, 18 de agosto de 1993

Las Bibliotecas Públicas, asignatura pendiente



Las Bibliotecas Públicas, asignatura pendiente.*

            La próximo celebración en Barcelona (22 al 28 de agosto) del 59 Consejo y Conferencia General de IFLA (Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas) es ocasión propicia para reflexionar sobre el estado actual de la lectura pública en nuestro país. El hecho, además, de que la Conferencia gire en torno a la biblioteca universal (las bibliotecas como centros para la disponibilidad mundial de la información) pone el dedo en la llaga sobre la situación de la mayoría de las bibliotecas públicas en España.
            Hace unos meses, en el curso del seminario La Sociedad Lectora que tuvo lugar en Madrid, se alzaron  voces en representación de diversos sectores (críticos, bibliotecarios, editores y técnicos de la Administración) recordando que las bibliotecas públicas constituían la asignatura pendiente de la política cultural española. Es cierto que es una responsabilidad compartida, pues las competencias sobre libro y bibliotecas están transferidas a las Comunidades Autónomas; pero el Ministerio de Cultura tiene la obligación de vertebrar y poner en marcha el Sistema Español de Bibliotecas, en el que tanto la Biblioteca Nacional como las Bibliotecas Públicas del Estado tienen papeles primordiales como ejes, respectivamente, del sistema nacional y de los correspondientes sistemas provinciales.
            Como en tantos otros campos, lógicamente, se ha avanzado durante la última década. Pero no con la intensidad que se intuía en 1982, cuando la victoria del PSOE alumbraba grandes esperanzas para que existiera una verdadera política bibliotecaria y se definiese un plan nacional de lectura pública con la colaboración del Estado y de las Comunidades Autónomas. Latía el recuerdo de María Moliner, que en la II República elaboró un Plan de Bibliotecas todavía válido en gran medida, y la circunstancia de que los nuevos responsables públicos tenían probada sensibilidad hacia la lectura. Pero el paso de los años fue eclipsando aquella esperanza, no exenta de  realizaciones puntuales y de mejoras globales pero faltando  una verdadera conciencia sobre el papel que la biblioteca pública ejerce en la persona y en la sociedad como centro básico para la información, la educación, la cultura y el ocio de la comunidad.
            Los distintos estudios sobre hábitos culturales  apuntan  que apenas un 20% de los mayores de 18 años pueden considerarse lectores habituales y que sólo un 11% acudieron en 1990 a una biblioteca pública, frente al 90% que se consideran asiduos de la televisión. Y de poco sirven las campañas de invitación a la lectura cuando, por una parte, desde los medios de comunicación públicos (especialmente TVE) se está propiciando una sociedad no lectora, acrítica y pasiva y, de otro lado, se carece de una adecuada y extensa red de lectura pública que permita a todas las personas, sin discriminación por su lugar de residencia o por su condición sociocultural, acceder gratuitamente al libro y la información. En este sentido, el primer paso para cambiar esta situación es considerar a la biblioteca pública un servicio público de primer orden, además de un derecho constitucional implícitamente ya reconocido.
            Es constatable que las bibliotecas abiertas están siempre repletas de público, aunque muchas veces no puedan cumplir sus fines por falta de medios técnicos o personales. Pero el número de ciudadanos españoles que no pueden acogerse a algún tipo de servicio bibliotecario es todavía muy importante. Otro problema es el de la cualificación y estabilidad  de los profesionales: si en su gran mayoría es verdad que trabajan con un voluntarismo encomiable, el escaso reconocimiento social y político hacia el bibliotecario hacen que todavía muchos responsables públicos consideren que cualquier persona está preparada técnicamente para dirigir o trabajar en una biblioteca. Respecto a la crisis lectora que se produce en los jóvenes, hay que relacionarla directamente con la inexistencia de bibliotecas escolares; sorprende que el Ministerio de Educación y la mayoría de los responsables educativos autonómicos tengan en alta estima a la biblioteca escolar pero no consideren conveniente la existencia de un bibliotecario que, como técnico, colabore con el conjunto de la comunidad educativa.       
            Sobre la consideración política que existe hacia la biblioteca, sólo hay que consultar los programas electorales de los partidos  con implantación nacional para  las elecciones generales. Si  añadimos las practicamente nulas referencias que al respecto pudieron oirse o escribirse en la última convocatoria electoral, estaremos ante síntomas evidentes de una actitud que resulta preocupante. Incluso las declaraciones programáticas de la actual ministra de Cultura, vinculada especialmente al mundo del arte y sin mencionar el campo bibliotecario, constituyen la constatación de que estos centros públicos de información entran en las prioridades de muy pocos dirigentes. Al respecto, por ejemplo, recordemos que el Ministerio de Cultura tiene paralizados sus dos programas inversores básicos: la construcción o mejora de Bibliotecas Públicas del Estado y su programa de informatización. ¿Qué pasará en 1994, cuando ya se reconoce públicamente la crisis económica?.
            Pensar en las bibliotecas públicas es invertir en el grado de madurez de una sociedad, de un país. Por ello, diseñar una verdadera política bibliotecaria contribuirá no sólo a democratizar el libro y la lectura sino también a formar integralmente a los ciudadanos. Sin bibliotecas suficientes y adecuadas, los modelos educativos están condenados al fracaso. Pero deseo dejar abierta la puerta a la esperanza: la celebración de la Conferencia de la IFLA puede ser motivo y cauce para sensibilizar a la opinión pública y para que los responsables políticos se conviertan en verdaderos defensores de la biblioteca pública.


* Diario 16 (18-8-1993), p. 12

domingo, 25 de julio de 1993

Amores



Amores*

            Hay amores que  matan, dice el refranero. Pero hay otros amores estupendos, que dan vida, son  cauce para la solidaridad y construyen páginas espléndidas de la historia cotidiana. A veces, el amor se percibe sin relación directa con las personas, porque visto con ojos miopes parece que se otorga a cosas: son esos amores por el arte, los libros, los pequeños objetos domésticos en los que late la experiencia y el recuerdo de tantos seres queridos...En el fondo, ahí está la persona. Dice El Principito que “el amor es invisible a los ojos”, y es cierto. Hay demasiados amores invisibles, y que sin embargo están ahí, existen. Estos amores son los que cada día ayudan a mantener viva la esperanza, aunque sean amores incomprendidos y silenciados. En este ámbito sitúo yo el amor de Javier Malagón y de su esposa Helena hacia la Biblioteca Pública de Toledo. Ellos, con Julia Méndez, conforman un modélico y continuado amor hacia este centro de lectura.
            Javier Malagón, historiador, jurista, bibliófilo, profesor, consultor y diplomático,  donó durante sus treinta últimos años de vida fondos bibliográficos que hoy conforman una valiosa colección de la Biblioteca. Libros jurídicos, de temática americana y la producción de los españoles exiliados son algunos de los más de diez mil volúmenes legados. Tan importante se juzgó su apasionado amor hacia este centro de información, cultura y educación que el Gobierno Regional le concedió en 1988 la Medalla de Castilla‑La Mancha en su categoría de oro. Hoy, que sus cenizas reposan en el sereno cementerio de Nambroca por expreso deseo de este toledano insigne y universal, la llama de su amor permanece viva; no sólo por la sombra proyectada por la riqueza infinita de su colección bibliográfica: también por el testigo recogido por su esposa Helena. Desde América, ella continúa velando por la salud de una biblioteca demasiado olvidada por los responsables públicos desde hace más de una década. Y como obras son amores, ahora ha ofrecido recursos económicos para adquirir el equipamiento informático que permita tratar con tecnología adecuada la colección Malagón y, consiguientemente, la reconversión de los catálogos manuales de la Biblioteca.
            En tiempos de crisis, en los que a la tradicional marginación que a la política bibliotecaria tiene sumida el Ministerio de Cultura se unen los recortes presupuestarios, esta iniciativa  supone un verdadero espejo que invita a mirarse no sólo a las autoridades sino a los distintos colectivos sociales y políticos con alguna responsabilidad en la educación integral de la persona. Quien invierte en bibliotecas públicas está invirtiendo en el grado de madurez de una sociedad, de un país. Por ello, este ofrecimiento es verdaderamente ejemplar.


* Ya  (25-7-1993), pág. XII

viernes, 23 de abril de 1993

Una asignatura pendiente: la lectura pública



Una asignatura pendiente: la lectura pública*

El libro hace al ciudadano: ciudadanos libres, críticos, tolerantes, constructores de la convivencia y el respeto. Y sin embargo, conocida esta relación hace muchos siglos, todavía en las políticas culturales de las Administraciones Públicas la promoción del libro y de la lectura no aparecen como eje prioritario. He escuchado a veces que, siendo importante la recuperación del patrimonio histórico-artístico, es más urgente la formación de la persona. «La gente es el reino», afirmó el arbitrista toledano Sancho de Moncada: la vitalidad y carácter de un país, de un tierra, dependerá de la formación de su gente.
El libro informa, educa y desarrolla la imaginación. Ante un libro, todo un mundo de sensaciones, de ideas y de iniciativas surge en la persona que centra sus ojos en las páginas de una obra de creación literaria, de ensayo,..
Pero, a pesar de los avances conseguidos, el libro sigue siendo aún objeto de deseo para muchos: tal vez los altos precios, motivados por las cortas tiradas de las ediciones, influya en el hecho de que, por ejemplo, en Castilla- La Mancha sólo un 22% de personas compraran algún libro en 1990; o que sólo un 11% de los españoles mayores de 18 años acudieran ese mismo año a una biblioteca pública.
También se ha dicho: «Un hombre sin información es un hombre sin opinión». La biblioteca pública es para la Unesco el centro básico de información, cultura, educación y ocio para todos los ciudadanos. Completar, por tanto, la red de bibliotecas y poner en marcha servicios que permitan en cualquier localidad el acceso al libro de todas las personas y sectores sociales, especialmente de los más marginados, son necesidades primarias de nuestro país.
Democratizar el libro y la lectura, y desarrollar y vertebrar adecuadamente los sistemas bibliotecarios, siguen siendo asignatura pendiente de las políticas culturales, incluso considerando la mejora de los indicadores estadísticos y el esfuerzo inversor realizado en los últimos años. Ahora, ante unas elecciones generales, los partidos políticos deberían afrontar con seriedad y con planteamientos de futuro un problema histórico en España: la lectura pública.


* La Voz del Tajo (23-4-1993) pág. 10