lunes, 30 de octubre de 1995

Manifiesto de la UNESCO sobre la Biblioteca Pública



Manifiesto de la UNESCO  sobre la Biblioteca Pública*

            En noviembre de 1994 fue aprobada la nueva redacción del Manifiesto de la UNESCO sobre la biblioteca pública, y  en estos días la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, que tan espléndida labor hace por la promoción del libro y la lectura en España, está difundiendo este importante documento, que en buena medida sirve de guía a los profesionales de todo el mundo a la hora de planificar y desarrollar el servicio bibliotecario desde una biblioteca pública.
            Afortunadamente, va creciendo la sensibilización hacia este servicio público. Pero falta mucho camino por recorrer: para muchos la biblioteca pública sigue siendo un servicio secundario, bastante menos importante que un centro docente o un hospital, por ejemplo; en muchos casos la biblioteca parece seguir con la consideración de guardería  de niños, bastando con que sea el sector de población infantil el que utiliza la biblioteca y aceptando que los adultos no encuentren en este servicio un atractivo suficiente para convertirse en usuarios estables. Un indicador bastante representativo de la estima en que se tiene a la biblioteca pública puede verse en la situación laboral que históricamente han tenido la mayoría de las personas encargadas de las bibliotecas: en buena parte de las bibliotecas municipales, el bibliotecario carecía de todo tipo de contrato, dedicándose a esta labor como segunda ocupación o simplemente como un trabajo de varias horas al día por el que se le entregaba una pequeña gratificación, etc. En este sentido, el programa iniciado en 1994 por la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla‑La Mancha para ayudar económicamente a los ayuntamientos a contratar al bibliotecario municipal, está siendo muy eficaz: se han abierto bibliotecas que permanecían cerradas desde hacía años y se empieza a corregir  en  parte de los casos esa situación tan injusta que padecían numerosos bibliotecarios. Lo más importante es que, mejorando las condiciones profesionales, las autoridades municipales están comprobando en qué medida está también mejorando el servicio bibliotecario. Todavía no estamos en una buena situación pero, sin duda,  se está poniendo un peldaño para dignificar y profesionalizar nuestras bibliotecas.
            No es la sociedad castellano‑manchega precisamente muy lectora. Por ello, contar con una red de centros y servicios que garanticen el derecho constitucional a la cultura y a la información de cuandos vivimos en nuestra Comunidad Autónoma tiene que ser uno de los grandes retos que han de afrontarse. La Consejería de Educación y Cultura ha hecho en los últimos años un importante esfuerzo inversor, que hay que continuar no sólo para completar la red de bibliotecas públicas sino para que estos centros cuenten con las colecciones bibliográficas que precisan los ciudadanos que viven en esas localidades y, además, constituyan un verdadero centro público de acceso a la información a través de los distintos soportes y, en el futuro, estén preparadas para que todas las personas, con independencia de su situación socioeconómica, puedan acceder a las autopistas de la información que en nuestro tiempo están desarrollándose. Por otro lado, una región como la nuestra, con un porcentaje tan elevado  de pequeños municipios, ha de encontrar fórmulas que sustituyan a la biblioteca pública para que esos ciudadanos no estén en la realidad discriminados por vivir en localidades de pocos habitantes.
            Esta tarea compete a todos: desde luego no sólo a las distintas Administraciones Públicas, aunque éstas tengan un papel fundamental por ser, en sus distintos ámbitos territoriales, responsables de que el derecho a la lectura pública, a la información y la cultura, se haga realidad en todos los rincones de nuestra tierra. También los partidos políticos tienen la responsabilidad de velar por el cumplimiento de ese derecho, aunque corresponda a una cuestión normalmente no demandada ni reclamada por los ciudadanos. De igual forma, los educadores, los creadores, las asociaciones culturales o vecinales y otros  profesionales o sectores sociales, están obligados a preocuparse por este servicio público esencial que es una biblioteca.
            Invito a leer el Manifiesto de la UNESCO, institución que proclama su fe en la biblioteca pública “como una fuerza viva para la educación, la cultura y la información y como un agente esencial para el fomento de la paz y del bienestar espiritual a través del pensamiento de hombres y mujeres”. La UNESCO resume  las misiones de la biblioteca pública: “crear y consolidar los habitos de lectura en los niños desde los primeros años”; servir de apoyo al sistema educativo; posibilitar a todas las personas “el desarrollo personal creativo”, estimulando la imaginación de niños y jóvenes; “fomentar el conocimiento del patrimonio cultural, la valoración de las artes, de los logros e innovaciones científicas” así como el “diálogo intercultural”; apoyar a la “tradición oral”; “garantizar a los ciudadanos el acceso a todo tipo de información de la comunidad”, prestando además un servicio adecuado de información a empresas y asociaciones de su localidad; “facilitar el progreso en el uso de la información y su manejo a través de medios informáticos” y prestar apoyo y participar en “programas y actividades de alfabetización para todos los grupos de edad y, de ser necesario, iniciarlos”.
            Concebida la biblioteca pública como “centro local de información que facilita a sus usuarios todas las clases de conocimiento e información”, sus servicios han de prestarse gratuitamente y debe garantizarse la igualdad de acceso para todas las personas, “sin tener en cuenta su edad, sexo, raza, sexo, religión, nacionalidad, idioma o condición social”. Todos los grupos de edad han de disponer del “material adecuado a sus necesidades” y las colecciones y servicios “han de incluir todo tipo de soportes...,tanto en modernas tecnologías como en materiales tradicionales”. Es decir, además de libros, prensa diaria, revistas... la biblioteca pública ha de contar con  colecciones de vídeos educativos, culturales,...; Compact Disc, CD‑ROM o CD‑I , etc., así como conservar cuantos materiales tengan interés para la historia de esa comunidad (periódicos locales, obras o artículos referidos a la localidad, fotografías, grabaciones musicales o videográficas de temática local, etc.).
            Muy significativos son los párrafos introductorios del Manifiesto. Recuerda que es primordial contar con “ciudadanos bien informados para ejercer sus derechos democráticos y desempeñar un papel activo en la sociedad”. Y concreta aún más: “La participación constructiva y la consolidación de la democracia dependen tanto de una educación satisfactoria como de un acceso libre y sin límites al conocimiento, el pensamiento, la cultura y la información”. Y en todo ello aparece determinante el papel que debe ejercer la biblioteca pública.
            También me parece significativo el insistente llamamiento dirigido a las autoridades: al finalizar la introducción, “...la UNESCO alienta a las autoridades nacionales y locales a dar soporte y comprometerse activamente en el desarrollo de las bibliotecas públicas”; y  en el párrafo final del documento: “Se insta a quienes toman las decisiones a nivel nacional y local y a la comunidad bibliotecaria en general, en todo el mundo, a que apliquen los principios expuestos en el presente Manifiesto”.
            Comprendo que, en éste como en tantos otros casos, las teorías, las palabras, no bastan. Ningún defensor mejor de  un biblioteca pública que quien durante buena parte de su vida se ha servido de ella, se ha beneficiado de los servicios que presta, incluso tan llenas de limitaciones como ocurre en muchos centros. Por ello, me permito una  sugerencia: acudan a la biblioteca pública más próxima.


* Diario 16 de Castilla-La Mancha  (30-10-1995), p. 4.