viernes, 16 de enero de 2015

Contra las bibliotecas públicas


Contra las bibliotecas públicas


            Felipe II pronunció en 1588 la célebre frase  “No he enviado  mis naves a  luchar contra los elementos”. Y un sentimiento similar siento yo cuando escucho, perplejo, frases e ideas infravalorando las bibliotecas públicas. En realidad, simplificando, podría afirmar que hay personas que parecen estar en contra de las bibliotecas y ahora, en época de crisis y de menores recursos, justifican sus medidas atacando a estos  servicios públicos a los que la legislación española les viene negando su mayoría de edad y su importancia estratégica.
 En general, como he dicho, hasta la saciedad, los políticos españoles no han destacado precisamente por su apoyo o defensa de las bibliotecas. Muchos escritores, con excepciones como Muñoz Molina y otros, tampoco dieron demasiada importancia a las bibliotecas, a pesar de ser la puerta democrática al conocimiento, la cultura y la educación permanente. Incluso hay especialistas que se aventuran a afirmar que las bibliotecas en la era de internet no se precisan o necesitan menos recursos económicos y humanos. Sobre el desinterés de los políticos he insistido que aquellos que no valoren, protejan y apoyen las bibliotecas públicas serán expulsados de la vida pública por los ciudadanos en próximas elecciones.
En cuanto a aquellos gestores que se atreven a afirmar que en la era digital hacen falta menos bibliotecarios y menos recursos económicos y técnicos, en sus declaraciones e informes ya llevan la penitencia: la ignorancia y la osadía de hablar de centros que no conocen, que no valoran y que no aman les descalifica en su actividad. Seguro que no se atreverían a afirmar que en los hospitales, centros de salud o en las escuelas y otros centros educativos, ya no hacen falta médicos, enfermeras o profesores, porque todo el conocimiento está en internet. Pero esos servicios públicos siempre han sido considerados esenciales, básicos para la sociedad, para los ciudadanos. Pero ¿y las bibliotecas públicas? Según ellos son centros no esenciales, no necesarios, de “segunda división” dirían; y, consiguientemente, pueden funcionar sin personal, sin recursos y sin apoyo.
Claro que algún día los ciudadanos promoverán una rebelión a favor de las bibliotecas públicas y entonces todos esos mediocres gestores comenzarán a conocer el valor de las bibliotecas, de los profesionales que constituyen su corazón y de los millones de ciudadanos que cada día visitan y utilizan sus instalaciones. Publiqué hace apenas un año una novela que titulé Rebelión por la Biblioteca donde están las claves de la rebelión ciudadana para luchar a favor de las bibliotecas.
Las bibliotecas públicas no son sólo lugares de estudio, depósitos de libros y audiovisuales, de conservación del conocimiento y las ideas, templos del saber…, según se escucha. En nuestra época, las bibliotecas son esenciales para el desarrollo de la cultura democrática y constituyen lugares de encuentro, debate y convivencia, centros de propuestas para la comunidad local, lugares donde se respira libertad y donde se forman ciudadanos libres y críticos. Por ello las Administraciones Públicas tienen que invertir en bibliotecas, porque en ellas se crece como personas, se construyen ciudadanos que tienen como base la lectura y la información. Lo he dicho otras veces: “Los ciudadanos necesitan bibliotecas en sus vidas”. Por ello, los presupuestos de las distintas Administraciones Públicas tienen que considerar a las bibliotecas una prioridad política. No puede gastarse dinero en cultura de escaparate y que los presupuestos para las bibliotecas públicas sean tan escasos y sigan decreciendo en todo el país.