domingo, 17 de diciembre de 2017

Sus Señorías no tienen quién les escriba...



Sus Señorías no tienen quién les escriba...

¿Tienen los diputados regionales la obligación, al menos ética, de contestar a los ciudadanos que se dirigen a ellos con sugerencias, ideas o iniciativas? ¿Y los grupos parlamentarios? La web de las Cortes de Castilla-La Mancha publica la relación de diputados, con sus direcciones oficiales de correo electrónico. Paradójicamente no aparecen las direcciones de los grupos parlamentarios, pero me las remitieron tras solicitarlas en varias ocasiones.
Durante el año 2017 he escrito una veintena de artículos de opinión en defensa de las bibliotecas públicas, que han sido publicados por buena parte de los medios de comunicación de Castilla-La Mancha. Además he difundido otros textos, muchos de ellos alegatos a favor de las bibliotecas o reflexiones a partir de datos estadísticos, que han llenado las redes sociales, esencialmente Facebook, y también las listas profesionales en Internet como Iwetel o Públicas, clamando por una política de Estado en materia de bibliotecas, pidiendo a los gobernantes que incluyan a las bibliotecas en la agenda política y presupuestaria o la vuelta a las convocatorias de ayudas del Gobierno de Castilla-La Mancha para las bibliotecas municipales de nuestra región. Normalmente ha sido predicar en el desierto, aunque sé que los mensajes han llegado a sus destinatarios y, además, han consolidado una posición de combate entre los profesionales. Hasta el punto que el propio presidente del Gobierno regional ha anunciado en su discurso del debate del estado de la región las próximas iniciativas de la Junta de Comunidades en ese sentido. Ahora estamos a la espera que cumpla sus palabras.
            Pero hay un hecho que no me resisto a hacer público. Mi posición de lucha por las bibliotecas públicas no es nueva. La he ejercido durante cerca de cuarenta años y cuatro de mis libros dan fe de esa defensa continuada mediante artículos periodísticos, investigaciones, intervenciones en congresos, textos literarios… Por eso cuando en el mes de septiembre de este año me he jubilado no sólo no he abandonado esa labor sino que incluso la he intensificado, al disponer de más tiempo personal. Este año he dirigido algunos de mis artículos más críticos al Gobierno regional y a las Cortes de Castilla-La Mancha, intentando especialmente convencer a los parlamentarios de la necesidad de que apoyen las políticas dirigidas a la Red de Bibliotecas Públicas de Castilla-La Mancha. Baste recordar los titulados “El olvido de la Cultura”, “Señorías, con el debido respeto”, “Que cierren las Cortes”, “Elegir bibliotecas públicas”  En uno de ellos, dije: “Hoy escribo al margen de mi dolor como bibliotecario al comprobar cómo ni el gobierno regional ni los partidos gobernantes (PSOE y PODEMOS) han escuchado mi clamor pidiendo que las bibliotecas públicas estuvieran dentro de las prioridades políticas y se plasmara en los acuerdos o en las enmiendas. ¡Allá ellos!, que no desoyen al director de la Biblioteca de Castilla-La Mancha sino a un tercio de los castellano-manchegos que son socios de la Red de Bibliotecas. Un día se iniciará una rebelión de los bibliotecarios y de los usuarios y todos los políticos que ahora dan la espalda a las bibliotecas comprobarán que no serán votados por los ciudadanos en próximas elecciones. Y se lo habrán ganado a pulso…”
                Por este desprecio de gobernantes y diputados hacia las bibliotecas, decidí que, además de continuar mi labor periodística, buscaría una relación más directa con los representantes de los ciudadanos en las Cortes de Castilla-La Mancha. Con esta idea, desde el mes de octubre he enviado desde mi correo personal mensajes a los tres grupos parlamentarios de las Cortes regionales y a todos y a cada uno de los diputados de estas Cortes. En el primer mensaje les remití un artículo publicado en el mes de agosto: “Señorías, con el debido respeto” y les decía lo siguiente: Sé que las tareas de los diputados regionales son muchas y las valoro debidamente. Pero entiendo que no conocen la importancia estratégica que tienen las bibliotecas públicas en la actual sociedad. Uno de los retos en los que he participado con todas mis fuerzas es conseguir que los servicios bibliotecarios constituyan un derecho de todos los ciudadanos, vivan donde vivan. Y así se intentó durante años en nuestra región, con programas que fueron admirados en otras comunidades autónomas…Para que conozcan la necesidad de contar con bibliotecas públicas y que, en consecuencia, apoyen en los presupuestos programas para la Red de Bibliotecas Públicas de CLM, he pensado en mantenerles informados, en su calidad de representante de los ciudadanos de nuestra región en las Cortes de CLM. Les iré enviando directamente mis artículos, aunque se publiquen en los distintos medios de comunicación… Muchas gracias por su atención y espero que paulatinamente ustedes sean defensores de las bibliotecas públicas. Eso significaría que optan por un modelo de educación que piensa en formar ciudadanos libres, críticos y más participativos.”

            Y así he hecho. Con un resultado que para cualquiera podría ser considerado como desalentador. Pero yo no me rindo. Un resumen de esta estrategia ha sido el siguiente: No he recibido respuesta alguna ni del grupo parlamentario de Podemos ni de sus dos diputados. Sorprende que para nada sigan la declaración política que incluyen en la web oficial de las Cortes regionales: Podemos no ha nacido para ser una fuerza testimonial más o menos influyente, sino para que los ciudadanos y las ciudadanas recuperemos de un modo efectivo el control democrático de nuestras instituciones y el rumbo de nuestras vidas en común” ¿Se creen estas palabras programáticas?  Ya saben el refranero: “Obras son amores y no buenas razones”. Permítanme sugerirles que eliminen una declaración programática en la que no creen.
            Similar comportamiento ha tenido el PSOE. Este grupo político tampoco ha respondido a ninguno de los cinco correos electrónicos que he remitido. Como tal grupo parlamentario no he recibido respuesta alguna. Y de los 15 diputados con que cuenta el grupo sólo uno, Emilio Sáez Cruz, respondió a mi primer correo, animándome con estas palabras: Sigue en esta tarea de sensibilizar y apoyar algo tan básico como es la lectura y sus centros, que son fuente de sabiduría. Sigue en la defensa de nuestras bibliotecas públicas y de su capacidad de influir en el medio rural especialmente.” Lógicamente agradecí esta respuesta. Pero no he recibido ninguna comunicación sobre el planteamiento del PSOE de cara a las bibliotecas. Incluso cuando el presidente regional se comprometió, escribí un artículo urgiendo a realizar enmiendas para garantizar que las iniciativas del presidente contarían con el presupuesto necesario. En definitiva, 17 parlamentarios regionales, que respaldan al Gobierno regional, no se han molestado en contestar a un ciudadano que se ha dirigido directamente a ellos. Al fin y al cabo, ¿quién soy yo? Sólo un ciudadano. ¿Como van a molestarse los parlamentarios en responder a una persona, a un ciudadano, que les muestra su preocupación por un ámbito concreto y les pide que actúen?
            Como es público, no milito en ningún partido político ni tengo preferencias ideológicas sobre ninguno de los tres grupos parlamentarios con presencia en las Cortes. Pero debo reconocer que el único grupo que se ha mostrado interesado en mi planteamiento ha sido el Popular. A mi primer correo contestó Carolina Agudo, diputada regional del PP y portavoz de cultura del Grupo Parlamentario Popular en las Cortes de Castilla-La Mancha: “En representación de mi Grupo Parlamentario, le traslado nuestro agradecimiento por haberse puesto en contacto con nosotros para trasladarnos de primera mano cuál es la situación de las bibliotecas públicas de Castilla-La Mancha, así como por el trabajo que ha venido desarrollando en sus distintas responsabilidades a los largo de su carrera profesional, sobre todo, por su contribución en defensa de las bibliotecas públicas.” En el mismo correo me expresó las distintas iniciativas parlamentarios que habían presentado al Consejo de Gobierno mostrando su preocupación por las bibliotecas y otros centros culturales. También la enmienda que habían presentado a los presupuestos de 2017 destinada a incrementar el presupuesto para bibliotecas. En fin, no es momento de narrar el contenido del correo: lo importante es que hubo una respuesta. Pero  no fue la única, pues posteriormente he recibido otros dos correos de esta diputada, en su calidad de portavoz de Cultura del grupo parlamentario Popular, y en el último me ha remitido las tres enmiendas presentadas ampliando las partidas presupuestarias en distintos programas bibliotecarios. Me sorprendió el tono: me pedían perdón por no poder ampliar en la línea que yo he demandado públicamente. Pero ya sólo el gesto de responder y de hacer una serie de propuestas me pareció enormemente positivo. Todas esas enmiendas, como las restantes presentadas por el grupo Popular, fueron desestimadas por la mayoría PSOE-PODEMOS.
            También recibí dos respuestas individuales de la diputada Claudia Alonso, igualmente del grupo Popular. Lo esencial de la comunicación era mostrarme el apoyo e indicar que seguirían trabajando en el sentido de ampliar las partidas presupuestarias para bibliotecas.
            No sé cómo finalizarán los presupuestos para bibliotecas municipales en 2018. Vengo solicitando hasta 3 millones de euros. La responsabilidad es del Gobierno y de los dos grupos parlamentarios que lo soportan. Pero en este artículo quería denunciar el tratamiento de silencio que los diputados regionales aplican a los ciudadanos que decidimos mostrarles nuestra preocupación o nuestras iniciativas. De los 33 diputados, sólo 3 han respondido a alguno de mis correos. Por cierto, los grupos parlamentarios, según expresa también la web de las Cortes, cuentan con idéntico apoyo de personal: 2 asesores grupo A/B, nivel 28; y 2 administrativos grupo C, nivel 18, todos con Plena Dedicación. Imagino que nuestros diputados tienen tanto trabajo que contestar a los ciudadanos a los que nos representan no está entre su catálogo de deberes o de prioridades. ¿Ni siquiera un acuse de recibo? ¿Estos son los próceres que sirven a la región, a sus ciudadanos? Y si ellos no pueden, ¿el personal adscrito a cada grupo no puede contestar en nombre del grupo o del diputado? Entonces, comprendo: el problema es que los diputados no tienen quién les escriba...

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Presentación del libro Una historia de Toledo, de Fernando Martínez Gil.




Presentación del libro
Una historia de Toledo, de Fernando Martínez Gil.
Toledo, Sala Capitular del Ayuntamiento, 13 de diciembre de 2017



















A finales de la década de los sesenta, tras volver de un intercambio juvenil en el Valle del Loire, en Francia, llegué a la aduana española con una dosis de miedo y temblor razonables. Yo era un joven pueblerino y llevaba en la maleta algunos libros prohibidos en España. Dos de ellos los recuerdo especialmente: El poeta en la calle, de Rafael Alberti; y esa breve, concisa y distinta Historia de España, que había publicado Pierre Vilar originariamente en 1947 y de la que se sucedían las ediciones. Eran dos títulos emblemáticos prohibidos por el franquismo y que adquirí en la famosa Librairie Espagnole de París, un punto de atracción para algunos españoles que llegábamos a la capital francesa. Afortunadamente el agente no me pidió abrir la maleta y pude entrar en España sin contratiempo alguno. El miedo, en aquellos años finales del franquismo, era libre.
Cito, al comienzo de este acto, ambos libros, porque tuvieron un especial recorrido en nuestras vidas. Pero antes de seguir con esta narración, quiero decirles que probablemente la única razón por la que yo estoy hoy aquí es la amistad. Una amistad con Fernando Martínez Gil que viene de lejos  y que me ha concedido el privilegio de escribir unas palabras a manera de prólogo para el libro que hoy presentamos y ahora la oportunidad de estar en esta impresionante Sala Capitular del Ayuntamiento de Toledo, con la presencia de nuestra alcaldesa y amiga, Milagros Tolón, a quien agradezco su acogida.
Nos conocimos Fernando y yo en las aulas del hoy llamado Palacio de Lorenzana, cuando era sede del único instituto de bachillerato de la ciudad. Él era bastante más joven que yo y pronto sintonizamos por un común amor, sobre todo, a la literatura. Por cierto que muy pronto fuimos un día a su casa en la cuesta de Santa Ana y conocí a su padre, Antonio Martínez Ballesteros, el gran dramaturgo toledano. Fue el primer autor literario con el que tuve contacto y aún me emociona recordarlo. Luego tuve la posibilidad en colaborar en alguna ocasión en su grupo “Pigmalión” y, sobre todo, empezó a construirse una amistad con una familia a la que admiro y que vive una dimensión cultural importante. Además de la actividad de Antonio, la propia de Fernando, de la que hoy toca hablar; y también Carlos, profesor, musicólogo y a veces uno más del grupo teatral; y Ana, profesora y que ha significado la continuidad en Pigmalión con su marido Fernando Botica. Y de fondo, Rosa Maria, esposa y madre, y yo creo que un poco el alma en silencio de la familia.
 Con Fernando, en esa primera fase de encuentro creo que fueron cuatro cursos de experiencias, de realizar teatro y recitales poéticos un poco prohibidos en aquellos inicios de los años setenta. Entre las actividades “subversivas” que ambos, junto con otros compañeros de estudios realizamos, fue la puesta en escena de la “Cantata por la paz y la alegría de los pueblos”, una obra teatral compuesta por Alberti en 1950, incluida en ese volumen prohibido de “El poeta en la calle” traído de Francia, y que significaba un grito contra tantas guerras y un alegato a favor de la paz. Representamos esta obra en 6º de Bachillerato pero fue prohibida una nueva representación en COU. Igual que un recital poético, que tuvimos que hacer en el patio de Lorenzana en lugar de en la sede del Instituto en su nuevo edificio del camino del cementerio.
Luego coincidiríamos en los estudios de Geografía e Historia, primero otra vez en Lorenzana y después en la Complutense. Entonces yo era ya un joven bibliotecario que recorría los pueblos de la provincia de Toledo, razón que me impedía asistir a clase casi siempre. Con otros jóvenes historiadores hicimos algunos proyectos juntos y un día recibimos con alborozo la noticia de que Fernando había sido galardonado con el premio nacional de literatura infantil y juvenil por una obra que mostraba su amor a Toledo y al  Tajo: El río de los castores, que tuve el privilegio de leer antes de su edición. Y años después recibiría el premio Lazarillo, también de literatura juvenil.
En un proyecto que realicé en 1979 para un concurso de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, estimulado por el cardenal Primado D. Marcelo González Martín, expuse que para realizar esa Enciclopedia de la Cultura Toledana, se precisaban una serie de iniciativas como congresos y publicaciones, especialmente referidas a la Historia de Toledo. Y algunas de esas acciones tuvimos la oportunidad de realizarlas juntos. En los inicios de los ochenta defendimos la biblioteca toledana, con manifiestos de intelectuales y con iniciativas distintas que sorprendieron en una ciudad no muy caracterizada en la defensa de la cultura;  hicimos el primer libro sobre uno de los fotógrafos históricos de la ciudad, Casiano Alguacil, que fue publicado por el Ayuntamiento, animados por la pasión de Manolo Carrero y con la participación también de otros jóvenes historiadores como Isidro Sánchez y Rafael del Cerro;  después recreamos una leyenda histórica sobre la época comunera; y como grupo de jóvenes historiadores animamos a la Diputación a crear una colección de obras de divulgación de los temas toledanos… Fue una etapa, plena de entusiasmo y de actividad, que permitió ir consolidando nuestro conocimiento y amistad.
             Fernando comenzó una de sus labores singulares: el cine-club universitario, que ha mantenido con  un esfuerzo y una dedicación encomiables. Y llegó la oportunidad de trabajar juntos, durante dos años,  en el gabinete del consejero de Educación y Cultura del gobierno regional, José María Barreda, convirtiendo en realidades sueños como el I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha o varios congresos de historia joven de nuestra reciente comunidad autónoma, la convocatoria y concesión de becas para jóvenes historiadores…que eran ideas plasmadas en aquel viejo proyecto de Enciclopedia Toledana, ahora con visión y ámbito  regionales. Y en los noventa volvimos a encontrarnos: Yo estaba al frente del Servicio Regional del Libro, Archivos y Bibliotecas y pedí a Fernando que concibiera un juego de animación a la lectura; y vaya que lo hizo, denominándolo “Desde Castilla-La Mancha la vuelta al mundo en ochenta libros”, que desde la Consejería de Educación y Cultura difundimos en la totalidad de la Red de Bibliotecas Públicas de la región; también en los años noventa juntos fuimos agitadores para defender el traslado de la Biblioteca de Toledo al Alcázar en condiciones dignas y sin atentar contra la unidad de sus colecciones y servicios; y le pedí asumiera la coordinación de un libro sobre la naciente Biblioteca de Castilla-La Mancha en el Alcázar, un proyecto en el que él había participado en la primera fase del diseño de reconversión del edificio. Son algunos pequeños secretos de la intrahistoria…

El siguió escribiendo libros de narrativa juvenil y obras de historia y pasó a ser profesor de historia moderna en la Universidad de Castilla-La Mancha, en la que todos sus alumnos han admirado siempre su docencia y su compromiso con la transmisión apasionada del conocimiento. Martínez Gil es sin duda uno de los grandes historiadores toledanos, con investigaciones fundamentales sobre la guerra de las Comunidades de Castilla, la muerte y la sociedad  en la baja Edad Media y en la España de los Austrias, la crisis de Castilla, la fiesta del Corpus; los dos volúmenes de su historia del cine y de los cines en Toledo, obra titulada “Con él llegó el escándalo”, ámbito en lo que es el gran experto. Libros verdaderamente esenciales para conocer la historia de la ciudad toledana, de los que espero me permitan elegir  uno que considero esencial: La invención de Toledo. Sin duda, el libro La invención de Toledo es un libro importantísimo para la historiografía, la sociología e incluso la política de nuestra ciudad. Tan fundamental que en mi discurso “Decálogo para Toledo”, pronunciado en la Real Academia como apertura del curso en 2014 consideré esta obra como una de las cinco esenciales para conocer nuestra ciudad.
Algunos historiadores habíamos insistido en la necesidad de redactar y publicar una nueva historia que recogiese la abundante producción historiográfica surgida a la sombra del Toledo universitario y así poder llenar ese vacío. Quedaba muy lejos la Historia de la ciudad de Toledo, dada a la luz por Antonio Martín Gamero en 1862. Y aunque hubo contribuciones importantes, no llegaba esa obra. Y no fue fácil. Hubo intentos fallidos, como un proyecto en el que participamos una treintena de especialistas pero que finalmente no fue apoyado por la Real Fundación de Toledo. Así que fue muy bien recibida la iniciativa de la Editorial Azacanes y  la Librería Universitaria, que  en 1997 publicaron una magnífica Historia de Toledo que permitía contar con una historia local moderna y que cubría todas las épocas. Y en este volumen no podía faltar Fernando Martínez Gil, que redactó los capítulos del Antiguo Régimen, desde 1480 a 1800.
            Sin duda, junto a las aportaciones de historiadores ya prestigiosos, la nueva historiografía toledana ha sido muy fecunda en las últimas décadas. Pero no han sido muchas las visiones generales ofrecidas sobre la evolución histórica de nuestra ciudad. Una síntesis actual y con cuidada edición es la publicada por Ediciones Covarrubias en 2012, escrita por Ventura Leblic y con el título Breve Historia de Toledo
            Mientras Fernando Martínez Gil iba siendo cada vez más el gran historiador de Toledo, yo fui arrinconando mis trabajos historiográficos para convertirme en un bibliotecario y en un defensor de las bibliotecas. Por ello, insisto, que estoy aquí como amigo, pues sin duda hay historiadores que harían la presentación de esta Historia de Toledo  de forma mucho más profesional. Pero a pesar de esta trayectoria un poco peculiar que hemos realizado juntos o al menos con la mirada siempre cercana, sí creo poder afirmar algunas características sobre el libro que ahora publica Fernando Martínez Gil.
            Confieso que el libro que hoy presentamos es una obra que muchos hemos soñado pero que sólo una persona, un historiador como Fernando podía escribir. Esta es la obra que, en mi opinión, sirve de paralelo a aquella Historia de España que escribió el hispanista Pierre Vilar y que la mayoría hemos leído. Su veintena de ediciones refleja el éxito de una obra escrita para historiadores y para ciudadanos corrientes, para amantes de la historia y para quienes querían conocer las claves históricas de nuestro país. Por eso la traje escondida en mi maleta desde Francia a finales de los años sesenta, cuando era muy joven y ni siquiera había pensado realizar estudios de historia. Años más tarde los jóvenes historiadores nacidos a finales de la década de los setenta suspirábamos por aquella breve Historia de España de un hispanista. Una síntesis de la historia de España que ofrecía una visión completa, sugerente y sugestiva de la vida española.  Luego se editarían otras obras similares de grandes historiadores españoles.
Pero, sin duda, aunque los ámbitos espaciales sean distintos, la obra de Fernando dedicada a Toledo es una verdadera maravilla histórica y literaria.  Esta es una historia de Toledo escrita desde la madurez y desde la experiencia historiográfica y personal de este historiador. El título, Una historia de Toledo, tiene resonancias de humildad, pues parece que es una contribución más a la historia de nuestra ciudad. Pero no es así. Atrás quedó aquel tiempo en el que la historia de la ciudad más reciente era la de Martín Gamero del siglo XIX. 
            Esta historia es distinta. Es una historia que traza las sucesivas etapas de la vida de Toledo pero incluyendo con gran importancia algunos temas que se superponen a la historia cronológica. Y siempre hay un latido de historia social, de historia cultural…Es el modelo de historia que aprendimos de la escuela francesa y de la más moderna historiografía, modelos más preocupados por la historia estructural y de tiempos largos que la tradicional basada en los acontecimientos y los nombres.           Podría afirmarse que Una historia de Toledo  sigue esa línea historiográfica, representada por Vilar, Vicens y otros historiadores. Pero desde mi punto de vista la perfecciona, acudiendo a los testimonios de los grandes escritores que llegaron a nuestra ciudad o escribieron sobre ella, a los propios viajeros….
El libro es una obra apasionante que enamora: quien lea esta historia se habrá enamorado irremediablemente de nuestra ciudad y de su historia, que en buena medida, como tantos historiadores han dicho, es la historia de nuestro país.
            El libro está escrito para todo tipo de personas y no sólo para los especialistas. Es un libro que sin duda acrecentará el amor por la historia y por Toledo. Y además un libro que se lee como si fuera una novela, con gusto, deseando pasar de capítulo para conocer el devenir de la época siguiente. Y que termina haciendo un recorrido por los libros sobre Toledo, y no al revés. Porque esta historia dejará buen sabor de boca al lector y le animará a seguir leyendo obras sobre nuestra ciudad, su arte, su historia, sus problemas, sus proyectos….
            Otra característica de este libro es crucial: estamos ante una obra de un historiador comprometido con su tiempo. No escribe sólo para mostrar el largo recorrido histórico, el escaparate geográfico, histórico, artístico, sociológico….en el que se han sucedido tantas historias. No, Fernando Martínez Gil es un hombre y un historiador que lucha para que nuestra ciudad busque siempre su presente y su futuro aprovechando esa experiencia pero sin anclarse en ella. No quiere una ciudad convertida en un parque temático para un turismo de masas sino una ciudad que viva y que construya su sociedad desde la participación y desde la complicidad con el proyecto de ciudad.
            Finalmente, es una historia que ama la palabra. Las “ilustraciones” de texto que acompañan el recorrido histórico de la obra, significan el amor por las palabras. En unos casos se acompañan textos singulares de diversos autores; y en otros son palabras del propio Fernando Martínez Gil, que fija en esos recuadros en los que no hay grandes fotografías ni otras ilustraciones sino palabras, benditas palabras que ponen el acento en la prioridad de la palabra. Aquel refrán de que “Una imagen vale más que mil palabras” no se cumple en esta obra, que da cabal importancia a las palabras como vehículo esencial del conocimiento.  Y esto lo hace un hombre, un historiador, que es un maestro en el conocimiento y difusión histórica a través de la fotografía y del cine. Pero en esta ocasión ha priorizado de forma nítida a la palabra escrita. De hecho, el álbum que acompaña la obra es responsabilidad del editor.
            En fin, bienvenida esta historia de Toledo. Y gracias, Fernando Martínez Gil, por hacer una historia para los ciudadanos sin historia, para todos, para quienes cada día caminamos por una ciudad que nos asombra y a la que deseamos contribuir de forma activa.
No quiero finalizar sin mostrar también mi gratitud al editor, Francisco Carvajal. Como otros editores locales o regionales es un fabricante de sueños, enamorado de los libros y de la lectura, que hace apenas dos años creó la editorial El Perro Malo y ya ha hecho estupendas e importantes contribuciones a nuestra cultura y en especial a la literatura, publicando obras de Galdós, Urabayen, Bécquer… Sin personas como Paco Carvajal obras tan espléndidas como esta historia de Toledo de Fernando tal vez no hubiesen visto la luz. Paradójicamente parece que las instituciones viven la crisis con mayor gravedad que los editores privados, que arriesgan sus propios recursos para que las creaciones literarias o científicas puedan nacer y difundirse. ¿Cuándo finalizará la crisis en las Instituciones para el mundo del libro?
Pero esta noche es de regocijo y de esperanza. Todos -toledanos y ciudadanos de cualquier otra ciudad- vamos a poder conocer y vivir la historia y la intrahistoria de Toledo gracias a un hombre enamorado de su ciudad y de su profesión investigadora y docente. Hoy nace, se presenta en sociedad, el que será uno de los libros más importantes en la vida y la historia de Toledo. ¡Bienvenido sea! Muchas gracias, Fernando. Muchas gracias, amigo.

Juan Sánchez Sánchez
Numerario de la Real Academia de Bellas Artes
y Ciencias Históricas de Toledo.