martes, 11 de diciembre de 2018

Lectura pública y bibliotecas en España. Por un pacto de Estado.


Lectura pública y bibliotecas en España. Por un pacto de Estado.


En julio de 2018 realicé un informe sobre las bibliotecas públicas en España que tuvo amplia difusión a través de diversos medios de comunicación, especialmente gracias a la nota informativa que difundió la agencia Europa Press. El informe analizaba las principales claves de la situación de las bibliotecas públicas en España y presentaba una propuesta de hoja de ruta para establecer una política de lectura pública desde el marco de un PACTO DE ESTADO. Los datos entonces utilizados correspondían al año 2015, el último que ofrecía el Ministerio en la Estadística de Bibliotecas que difunde y que se realiza en colaboración con el conjunto de Comunidades Autónomas. El informe no fue publicado íntegramente y ahora lo hemos actualizado, con datos estadísticos correspondientes al año 2016.

 Ahora el informe ha sido publicado el la revista CLIP, de SEDIC, en su número 78, correspondiente a los meses julio-diciembre de 2018.


El enlace directo al informe es:

Lectura pública y bibliotecas en Espana. Por un pacto de Estado/


lunes, 26 de noviembre de 2018

IX Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas: No se quiere coger el toro por los cuernos


IX Congreso Nacional  de Bibliotecas Públicas:
No se quiere coger el toro por los cuernos


                Cuando hace ya meses conocí el tema del IX Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas, tuve cierta esperanza. El tema era muy importante: “Bibliotecas públicas: profesionales para todos los gustos”.  Se celebra en Logroño, los días 28, 29 y 30 de noviembre de 2018, y acudirán unos cuatrocientos profesionales de toda España. Sé que no fue sencilla esa elección, pues había sectores que, conociendo la complejidad, no querían enfrentarse a uno de los temas más espinosos de las bibliotecas públicas: el personal. El bibliotecario, junto con el usuario, constituye el verdadero corazón de la biblioteca, su motor. Y no habrá mayoría de edad de las bibliotecas como servicio público hasta que no se afronte la dignificación de estos puestos de trabajo.
            El personal docente o sanitario, como ejemplos de servicios esenciales para la sociedad, lo asumió ya hace décadas el Estado y así ha seguido con la configuración de la España autonómica. Pero las bibliotecas públicas, centros que por desgracia no acaban de estar en la primera línea de los servicios públicos, se han dejado a la voluntad e iniciativa de los ayuntamientos. El problema es menor en las bibliotecas públicas del Estado gestionadas por las Administraciones Autonómicas y en bastantes bibliotecas municipales, especialmente las de grandes ciudades. Pero ¿qué pasa en el resto? Los bibliotecarios lo saben bien: buena parte de las bibliotecas municipales de pequeños municipios tienen como único personal un Auxiliar de Bibliotecas, que en la mayoría de los casos dispone de la cualificación profesional y la experiencia necesaria de un técnico pero que para abaratar el puesto se le contrata con categoría inferior. Y así ocurre con la jornada: un contrato de media jornada abarata aún más ese puesto de trabajo, aunque el profesional realice su actividad con la mayor de las cualificaciones y dedicación. Esto también ocurre en medianas e incluso grandes ciudades, también en capitales de provincia, donde existe una situación bibliotecaria muy dispar y las bibliotecas municipales no acaban de configurarse con puestos de trabajo suficientes y adecuados a su importante labor. ¿Alguien conoce que un consultorio médico o un centro de salud, un colegio de primaria o un instituto de bachillerato dispongan de profesores contratados como auxiliares sanitarios o auxiliares docentes cuando están en localidades de no gran población? Siguiendo lo que se hace en las bibliotecas, en esos pueblos no habría médicos o maestros, sino personal auxiliar. Pero todos sabemos que cuando el profesional realiza su labor en soledad se requiere incluso una mayor profesionalidad porque no tiene en quién apoyarse. Los bibliotecarios son los “médicos de cabecera” en los pequeños municipios y en los barrios de las ciudades para atender a los ciudadanos en las importantes funciones y tareas que hoy tienen las bibliotecas.
            No es ese el único problema. Las bibliotecas cambian su papel en la sociedad. Ya no son sólo centros de lectura e información. Su papel cultural está consolidado, pero se acrecienta su consideración de centro social y amplía los contenidos como lugar de encuentro y convivencia, de propuestas para la ciudad, de debate público…. Por ello han de transformarse los perfiles profesionales: cada vez más se trabaja en red (municipal, provincial o autonómica) y los aspectos técnicos bibliotecarios cambian. Trabajar en una biblioteca pública constituye una de las opciones más importantes para la comunidad local. No valen las rutinas, no  son suficientes ya perfiles que aseguren la correcta catalogación de los fondos. El bibliotecario municipal, en muchos casos el único dedicado a la cultura y la educación permanente en la localidad, es un verdadero dirigente social, que se comunica con la comunidad educativa, con el movimiento vecinal, con el conjunto de la sociedad…Y por ello debe ser tratado de acuerdo a su profesionalidad y altas funciones que realiza en la comunidad local.
            Pero nada de esto importa en el Congreso de Bibliotecas. Tres días de congreso, más las actividades turísticas, que se han decidido se dediquen únicamente a la formación: educación reglada y no reglada. Pero ¿afrontar problemas del país? ¿Para qué? “Coger el toro por los cuernos” es una expresión popular que hace referencia a enfrentarse a una situación complicada con decisión y de forma inmediata, asumiendo las consecuencias que la misma pueda conllevar. Pero el Ministerio de Cultura sigue sin querer asumir su parte de responsabilidad. No lo hizo cuando se aprobó la Ley 10/2007, de 22 de junio, de la lectura, del libro y de las bibliotecas, que no resolvió ninguno de los problemas prácticos que nos preocupaban a los que habíamos clamado por esa Ley y que precisaban una regulación nacional. Y ahora, con un congreso nacional de bibliotecas que pensaba dedicarse al personal bibliotecario, al final las presiones ministeriales  han conseguido que el Congreso multiplique los temas: la formación de los bibliotecarios, los modelos de gestión y oportunidades de financiación de las bibliotecas, y los aspectos de inclusión y diversidad en las bibliotecas. Por supuesto todos temas muy importantes, pero que se han incluido para no tener que afrontar la cuestión vertebral del Congreso: el personal bibliotecario.
            No asistiré al Congreso. Estoy jubilado y por tanto sólo soy un observador. Seguro que el Congreso será un éxito. Mis felicitaciones al nuevo equipo ministerial, que sigue de perfil en la cuestión de las bibliotecas públicas. Pero, incluso antes de que comience, me veo en la obligación de lamentar públicamente que en este país no quiera afrontarse el problema histórico y endémico del personal bibliotecario. Ya sé que es difícil, sobre todo con un Ministerio que jamás ha asumido sus deberes constitucionales de coordinación para el conjunto de las bibliotecas del país y con unas comunidades autónomas que tienen graves diferencias entre ellas. La desigualdad es la característica esencial del panorama bibliotecario de España. No se quiere una sociedad lectora, crítica, participativa. El Poder prefiere una sociedad adormilada, acrítica, domesticada, inactiva, que vote cada cuatro años y permita que los gobernantes se muevan a sus anchas. Y la garantía para el éxito de esa idea de los poderes públicos es que no existan unas redes bibliotecarias desarrolladas y que constituyan un derecho de todos los españoles. Da igual que haya tres mil municipios sin servicio bibliotecario. Da igual que buena parte de los barrios de las ciudades carezcan de biblioteca. Da igual que el personal bibliotecario en buena parte de los casos “pase más hambre que un maestro de escuela”, por seguir la frase del siglo XIX que evidenciaba su escasa retribución y la falta de seguridad de su puesto de trabajo.
            Este artículo sé que hay bibliotecarios que no lo comprenderán. Pero he escrito para quienes tienen la certeza de que alguna vez habrá que coger el toro por los cuernos en materia de personal bibliotecario. Y ellos sí lo entenderán.